8 de marzo
Recordando a Gabriela en el día de la mujer
GABRIELA MISTRAL
LA
MUERTE NIÑA
DE
Gabriela Mistral
como figura emblemática en la búsqueda de un nuevo paradigma.
(Centro Carlos Mondaca, La Serena.1985)
(FRAGMENTO)
……
Su pasión ética, su forma de hacer
política, su capacidad de relacionar, tiene su expresión en su Decálogo del
Jardinero: “Para que las mujeres pobres que no pueden comprar perlas, rubíes y amatistas,
tengan en la rosa, el jazmín y las violetas perlas, rubíes y
amatistas para adornar su pecho y sus manos…”
En estos decálogos inspirados,
Gabriela es propositiva, afirmativa, enfática. Veamos otra dimensión
de su obra, aparentemente en las antípodas, donde el agua viva entra al océano en que la
muerte, nuestra única certeza, se mueve
en un mundo ambiguo de juego, de locura, de especulación metafísica, de
dramaticidad existencial. Es el poema” La Muerte Niña”, de Tala.
La Muerte Niña
En esta cueva nos nació
Y como nadie pensaría,
Nació desnuda y pequeñita
Como el pobre pichón de cría
¡Tan entero que estaba el mundo!
¡tan fuerte que era al mediodía!,
¡tan armado como la piña.
Cierto del Dios que sostenía!
Alguno nuestro lo pensó
Como se piensa villanía;
La Tierra se lo consistió
Y aquella cueva se le abría
De aquel hoyo salió de pronto,
Con esa carne de elegía;
Salió tanteando y gateando
Y apenas se la distinguía.
Con una piedra se aplastaba,
Con el puño se la exprimía.
Se balanceaba como un junco
Y con el viento se caía
Me puse yo sobre el camino
Para gritar a quien me oía:
“Es una muerte de dos años
que bien se muere todavía”
Recios rapaces la encontraron
A hembras fuertes cruzó la vía:
La miraron Nemrod y Ulises,
Per ninguno comprendía...
Se envilecieron las mañanas,
Torpe se hizo el mediodía;
Cada sol aprendió su ocaso
Y cada fuente su sequía.
La pradera aprendió el otoño
Y la nieve su hipocresía,
La bestezuela su cansancio,
La carne del hombre su agonía.
Yo me entraba por casas y casa
Y a todo hombre le decía:
“Es una muerte de siete años
Que bien se muere todavía”
Y dejé de gritar mi grito
Cuando ví que se adormecían.
Ya tenían no sé qué dejo
y
no sé qué melancolía …
Comenzamos a ser los reyes
Que conocen postrimería
Y la bestia o la criatura
Que era la sierva nos hería
Ahora el aliento se apartaba
Y ahora la sangre se perdía,
Y la canción de las mañanas
Como cuerno se enronquecía
La Muerte
tenía treinta años
Y ya nunca más moriría,
Y la segunda Tierra nuestra
Iba abriendo su Epifanía.
Se lo cuento a los que han venido,
Y se ríen con insanía
“ Yo soy
de aquellas que bailaban
cuando la muerte no nacía”
¿ Es una historia de locas? ¿ Es una narración críptica en que subyace un metarelato al modo como pueden
trazarse surcos de racionalidad en los delirios más nebulosos.?
Es claro, la mujer apasionada, la
comprometida social y espiritualmente, la maestra, la mística y la estadista,
dejaron su lugar visible, no así la
artista, la del agua viva en la palabra. Allí, desde la desnudez de toda imagen, de las
estructuras convencionales del sentido,
como en los antiguos palimpsestos,
podemos, a lo mejor, seguir una
escritura, se abre la hipótesis de un mensaje ético.
La
mujer que en su Desolación hablaba,
exigía atención a Dios, aquí, en que
aparentemente “Tala” está en sentidos
habituales, parece mantenerse en el sentido común del bien y el mal. El
mal es lo tanático,la muerte, lo
destructor.
La
hablante es una consciencia ética que
remeda a los profetas, que parece clamar en el desierto, que a lo mejor
reverbera el contacto de Gabriela en su niñez con la abuela paterna
que la introducía al dramatismo del
Antiguo Testamento.
Es la caída ontológica, es el término de la utopía, de la
canción de las mañanas, del bailar
cuando la muerte no nacía, es el inicio
de la segunda Tierra, fuera del
Paraíso De alguna manera, puede
asociarse con la cita de Carlos Mondaca: “Todo el mundo fue mío /mas qué sombra
me quitó del camino “.
Es la denuncia de los que no ven el
mal, lo dice quien legó unas palabras
vivas sobre los piecesitos de niños” como
os ven y no os cubren, Dios mío”
El
crecimiento de lo destructor, lo asociable a la muerte, el mundo pasivo, sin
intervenir, perdiéndose la ocasión para actuar mientras la muerte
era niña.
Mal de la humanidad.
Falencia en el desarrollo personal que no
atiende al llamado de la consciencia
ética.
En otro plano, una incursión en la
integración entre lo irreal, la muerte como entidad que nace y se
desarrolla, que evoluciona desde la fragilidad
vital a la omnipotencia ,y una trama propia del análisis transaccional en que
hay un victimario, la muerte, un
rescatador fallido, el hablante, una víctima potencial, todos nosotros.
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