Apuntes de Amistosofía
23
El fantasma de la
humanización
Un fantasma recorre
un mundo donde parece andar, con prisa inaudita, la densa realidad del consumo,
el poder y el deslumbramiento por las innovaciones tecnológicas.
Es el fantasma de
una nueva mirada y una nueva forma de vivir, convivir y apreciar la existencia.
Es el fantasma del
Cuidado y es el fantasma de Amistad.
Es el fantasma de la
transformación, la del intervenir en la evolución, del asumir el paradigma de la
coexistencia activa, de la integración, de la complejidad, de la salud
integral, de la educación integral, de los derechos y responsabilidades
integrales, de la integración de la ecología ambiental, la social, la
subjetiva, la del yo... la del desarrollo de lo más humano de lo humano.
El fantasma de
hacerse cargo de nuestra identidad como especie, de seres finitos con vocación
por cooperar con la vida, de especie que vive el cuidado.
El fantasma del
llegar al yo-tú, al diálogo de confianza en la coexistencia, en el ser iguales
y diferentes, en el encontrarse y complementarse.
El fantasma de la
amistad profunda. El fantasma del Cuidado.
Es una inquietud, es
un anhelo que empieza a vislumbrarse porque cada vez son más quienes buscan,
quienes empiezan a caminar, muy resueltos o a tientas, por sendas de cambio, a
través de la ciencia o la filosofía, del espiritualidad, lo poético o la acción
social.
Hay quienes han
llegado a la conciencia y la práctica de una misión: trabajar por hacerse
dignos de la condición humana, por su desarrollo y por favorecer el desarrollo
de otros, por asumir la misión de cambiar el paradigma vigente, por llevar los
anhelos, los sueños, a la realidad.
La tarea incluye el
aceptar que se trata de una minoría avanzada, crítica, realizadora y
propositiva.
Una minoría con
trayectorias y presentes muy diversos.
Una minoría que debe
enfrentar la realidad de que el sentido común dominante sigue siendo otro,
individualista, de miras estrechas. Incluso, en parte en los cercanos, incluso,
en cierto grado, en quienes dedican su vida al cambio de vida y de la
conciencia.
En la resistencia
alemana en tiempos del nazismo se repetía una palabra de un texto de Rilke:
resistir.
Ese resistir se
llama, hoy, de diversas maneras. Una de ellas, una forman de resiliencia, es
dialogar.
Dialogar dentro de
cada persona, con las relaciones significativas, con las personas agrupaciones
y tendencias cercanas. Y con las que no son tanto.
Dialogar, es decir
llevar a la práctica el nuevo paradigma, aquí y ahora.
Dialogar, ir
haciendo difusas las fronteras dentro y fuera de la minoría, muy diversa, que
cree y vive desde la perspectiva que está en los anhelos de muchos. La
perspectiva que todavía es un fantasma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario