Apuntes de Amistosofía
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El Cuidado guía de la Amistad
La Perspctiva de Erich Fromm
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Otro camino para
conocer «el secreto» es el amor. El amor es la penetración activa en la otra
persona, en la que la unión satisface mi deseo de conocer. En el acto de
fusión, te conozco, me conozco a mí mismo, conozco a todos -y no «conozco»
nada-. Conozco de la única manera en que el conocimiento de lo que está vivo le
es posible al hombre -por la experiencia de la unión- no mediante algún
conocimiento proporcionado por nuestro pensamiento. El amor es la única forma
de conocimiento, que, en el acto de unión, satisface mi búsqueda. En el acto de
amar, de entregarse, en el acto de penetrar en la otra persona, me encuentro a
mí mismo, me descubro, nos descubro a ambos, descubro al hombre. El anhelo de
conocernos a nosotros mismos y de conocer a nuestros semejantes fue expresado
en el lema délfico: «Conócete a ti mismo» Tal es la fuente primordial de toda
psicología. Pero puesto que deseamos conocer todo del hombre, su más profundo
secreto, el conocimiento corriente, el que procede sólo del pensamiento, nunca se
puede satisfacer dicho deseo. Aunque llegáramos a conocernos muchísimo más,
nunca alcanzaríamos el fondo. Seguiríamos siendo un enigma para nosotros
mismos, y nuestros semejantes seguirían siéndolo para nosotros. La única forma
de alcanzar el conocimiento total consiste en el acto de amar: ese acto
trasciende el pensamiento, trasciende las palabras. Es una zambullida temeraria
en la experiencia de la unión. Sin embargo, el conocimiento del pensamiento, es
decir, el conocimiento psicológico, es una condición necesaria para el pleno
conocimiento en el acto de amar. Tengo que conocer a la otra persona y a mí
mismo objetivamente, para poder ver su realidad, o más bien, para dejar de lado
las ilusiones, mi imagen irracionalmente deformada de ella. Sólo conociendo
objetivamente a un ser humano, puedo conocerlo en su esencia última, en el acto
de amar. Esta afirmación tiene una consecuencia importante para el papel de la
psicología en la cultura occidental contemporánea. Si bien la gran popularidad
de la psicología indica ciertamente interés en el conocimiento del hombre,
también descubre la fundamental falta de amor en las relaciones humanas
actuales. El conocimiento
psicológico se
convierte así en un sustituto del conocimiento pleno del acto de amar, en lugar
de ser un paso hacia él.
La experiencia de la
unión, con el hombre, o, desde un punto de vista religioso, con Dios, no es en
modo alguno irracional. Por el contrario, y como lo señaló Albert Schweitzer,
es la consecuencia del racionalismo, su consecuencia más audaz y radical. Se
basa en nuestro conocimiento de las limitaciones fundamentales, y no
accidentales, de nuestro conocimiento. Es el conocimiento de que nunca
«captaremos» el secreto del hombre y del universo, pero que podemos conocerlos,
sin embargo, en el acto de amar. La psicología como ciencia tiene limitaciones,
y así como la consecuencia lógica de la teología es el misticismo, así la
consecuencia última de la psicología es el amor.
Cuidado,
responsabilidad, respeto y conocimiento son mutuamente interdependientes.
Constituyen un síndrome de actitudes que se encuentran en la persona madura;
esto es, en la persona que desarrolla productivamente sus propios poderes, que
sólo desea poseer los que ha ganado con su trabajo, que ha renunciado a los
sueños narcisistas de omnisapiencia y omnipotencia, que ha adquirido humildad
basada en esa fuerza interior que sólo la genuina actividad productiva puede
proporcionar.”
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