Para
Fábulas y Para Mitos 12
NARCISO EN FAMILIA O MIRÁNDOSE EN
AGUA
PURA
El grupo se
acercó al espejo de marcos dorados y, sin tardanza, se percibió hermoso,
edificante, ganador, poderoso.
Padre, madre e
hijos se titularon grupo de nexos maravillosos, familia con brillo casi
extrasensorial, geografía de privilegiada virginidad, intuición colmada,
construcción luminosa.
Complacidos,
siguieron buscando esa imagen tan grata en las voces de los otros. Pusieron
cuidadosa cañas en los alrededores, en los rincones alejados, en la mar gruesa.
Los otros y las voces, como un eco del espejo dorado, repetían, incólumes:
padres e hijos edificantes, ganadores, poderosos, hermosos.
Si se reunían
entre ellos, como un surtidor elocuente brotaba, redondo, impertérrito, grato,
el mismo consenso.
Cuando estaban solos, cada uno se volvía espejo y se
confirmaba, certero, el juicio general: grupo inédito en lo poderoso, hermoso,
edificante, ganador.
Sucedió lo imprevisto. Cierta vez les correspondió
pasar por el estero. Agua. Una modesta corriente de agua, bien conocida por su
franqueza a toda prueba.
Esperaban observar el retrato dorado, el de los
otros, el de ellos mismos, el del espejo espléndido.
Les hará bien evaluar lo que el agua mostraba,
sencilla, sin aspavientos. Cambio notable. El reflejo era claro; estaban,
nítidos, la madre, el padre, las hijos, pero el grupo no existía. Entre uno y
otro, sólo había desnudo.
Para Fábulas y Para Mitos 13
Algunas infidencias sobre la vida
de Caperucita
Caperucita de
todos los colores y el Juicio Final.
Una fábula abierta sobre los juicios rápidos y
categóricos, frecuente obstáculo para la amistad profunda.
Poco después
de su reconciliación con los terrores negros y
quedar libre de las recurrentes pesadillas con lobos, Caperucita empezó
a hacerse notar entre sus compañeras y
compañeros de curso por su tendencia a
dar juicios muy rápidos y categóricos.
Un día, su
amiga Caperucita amarilla le confesó,
con timidez, casi balbuceando, que se sentía enamorada. Caperucita, la llamada
Caperucita Roja en tiempos un poco
añejos, le interrumpió, cortante con un “ Son
fantasías de adolescente…ni lo conoces…ponte en la realidad.”
Otra vez, Caperuzón Verde le insinuó que , tal vez ,
aunque ella ya estaba tranquila, sería
mejor que conversara con un psicólogo. Caperucita le espet+o sin vacilar, un rótulo de
cientificista, amedrentando al muchacho que ya soñaba con estudiar medicina.
En otra
ocasión, Caperucilla naranja se acercó, cansada, con la respiración jadeante,
de regreso de una excursión a un cerro cercano, recibiendo de Caperucita Roja
un comentario seco , esquemático, definitivo, casi óseo:” gasto inútil de
energía en período de crecimiento”.
La seguridad de
Caperucita, con sus juicios como relámpagos
fulminantes, con la duda expurgada hasta varias generaciones, impresionaba a
todo el mundo, hasta el punto que el Director de la Escuela le propuso la
organización de una Sociedad de Debates.
Caperucita inició lo que iba a ser un programa de
discusiones con el tema del sentido de
la Escuela. Abrió la sesión con una propuesta: la escuela es una pesadilla peor
que la del lobo. A los que se atrevieron
a disentir les conminó a ir al bosque , para comprobar que el lobo no
existía y, en cambio, la Escuela era bastante tangible. En eso, intervino un
Caperucín de los sin color definido y
propuso, con audacia , un nuevo tema de debate, a saber , cómo se desarrolla el
juicio crítico…. Todos miraron con
aprensión a Caperucita. Cómo reaccionaría . Llegaría a expulsar al
imprudente. Lo haría allí , delante del
director. La Presidenta de la reunión , tomada un poco de sorpresa , respondió
con dureza : “ese es un tema para el juicio final.”
Fue un momento
de quiebre en la dinámica grupal , saltaron varios voces recordando que las
autoridades del Juicio Final se tomaban bastante tiempo toda una vida antes de
dar sus veredictos.
Para Fábulas y Para Mitos 14
VINCULOS
Caperucita, no subas muchos pisos ...
Inútil advertencia. Letanía repetida sin fe,
recordando el compás de los viejos trenes en las pampas interminables.
La abuela tomó con cuidado su propio esqueleto y
empezó a reponerlo, como acostumbraba hacia los crepúsculos. Los movimientos,
antiguos se sucedían, en sordina, mientras descendían hacia la anciana, sin ser
llamados, como hojas bogando en una brisa discreta, los pensamientos más
sociales del entorno.
Espera en escasez, tenue basta lo
sórdido, cuando Caperucita recorre las distancias hasta el piso cien mil, en
grandes pájaros colectivos de vello sedoso. Caperucita no te atrases, opta por
los caminos más certeros. No te confundas en la poesía de las nubes. Sigue al piso
definido tras el piso. Caperucita deja la fantasía. En un día hermoso recuerda
esa leyenda del lobo de los antiguos manuscritos. Caperucita no sueñes. Olvida.
El lobo no existió. Lo dijo el sabio: tienes
atavismos, ‑cuidado, el último soñador de las tardes falleció hace medio siglo,
cuando se restablecía en un viaje espacial.
Ritual de juntar los huesos en cada atardecer.
Zozobra de no saber cuando volverás. Regresa. Los pisos son muchos, Hasta los
arreboles; se cansan y dejan de saludar a muchos de ellos. Caperucita, cuidado.
No debieran llamarte Caperucita.
¿Qué haces? Por qué no puedes ser honrada como yo,
enemiga de tomar pensamientos ajenos. Caperucita, vas recordando pisos y pisos
y me avergüenzo porque sé ... robas los sueños de los vecinos, aquellos que
guardan para despertarlos y vivirlos, formalmente, cuando duermen. Caperucita
no subas más pisos…...
Caperucita, tan agitada, ¿por qué tienes esos ojos
tan llorosos?
Abuela, lo encontré ... pera no quiso hablarme, sólo
desea conocerte a ti.
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