Actualidad
Presentación
del libro de Carmen Obreque “ La Muerte está con Nosotros “,en el centro
de “Patrimonio”, en el Antiguo Hospital San José, el 12 -11-15
En
la Muerte y en el Nosotros
.
Primera parte
La muerte está con
nosotros. El desarrollo personal, el de
los vínculos, el de las sociedades, el de lo humano… permite, llama, requiere
reconocerlo, politizarlo. Sin embargo, nos defendemos de ello, intentamos negarlo.
Procuramos huir, identificándonos con el poder, con el goce, con la autoridad,
con la rutina, con las dependencias, con la actividad, con la dignidad, con las
certezas… Parece ser demasiado grande el
don de ser conscientes y transformadores
de la realidad, de ser humanos. Deslumbra la construcción colectiva y como del
saber emanan informaciones y objetos. Desde
el fondo insondable de la subjetividad, y a partir de las luces y
sonidos de la exterioridad, se ha ido construyendo el puente de la afirmatividad humana
desbalanceada, donde se genera
la gran verónica a la muerte y,
teniéndola en el cuerpo y en el alma, no la reconocemos. Heidegger, filósofo,
nos dijo: “Somos seres para la muerte”. Desde Carmen, desde la poesía, viene un
mensaje más preciso, “la muerte está con nosotros”.
La muerte está con nosotros. Con cada una, con cada uno. Con
nosotros. La angustia por el futuro, porque vamos a morir, invade, se hace
gigante, es erupción de terror, evoca la nada, en la medida que la negamos o
la asumimos ya aquí, con nosotros.
La muerte está con
nosotros. Si no se ha posesionado de
nuestro centro, está aquí no sólo porque vamos a morir, sino porque no
somos sólo nuestro yo… somos con los
otros, somos nosotros. La muerte se enseñorea
de nuestro futuro, y también de
nuestros abuelos, nuestro padres, nuestros maestros, nuestros
amigos, nuestros hermanos, nuestros
hijos, quienes fallecen en paz y quienes son asesinados, las víctimas, de
catástrofes, enfermedades, del hambre,
del estrés, de las represiones autoritarias, de las torturas, de las
guerras. Alguien, parte de nosotros
muere en este momento. La muerte está en nosotros.
Intentamos
ignorarla. Muy adentro, la suponemos ajena. No nos tocará. La rehuimos. La
Rochefoucauld nos dice “Ni al sol ni a
la muerte podemos mirarlos de frente”.
La autora mira a la muerte de frente, hasta la enfoca
con su sol interno. Aprehende a la
ubicua, a la gran constante, y nos afirma: “La muerte nunca duerme”. Nos
conduce a comprobar como se trata de una presencia ominosa, ajena a lo humano,
confidenciando: “Bosteza ante mi discurso del sentido”. Frente al gran
dilema humano sobre la existencia,
absurdo o sentido, la indiferencia de la muerte nos presiona, nos induce a adoptar
lo absurdo como sentido
Entre nuestras
estrategias para protegernos de la
muerte, consciente o inconscientemente, está la megalomanía, la ilusión de
haber vencido a la muerte, con su máxima expresión en viajes espaciales de los
tripulantes de la muy autónoma nave tierra. La poeta parece conectada con Momo,
el dios expulsado del Olimpo por mirar a los
ojos a Zeus ser supremo, Momo, el
arquetipo de la crítica desde el humor, desde el sarcasmo. Extraemos de “Hemos
vencido a la muerte”:
“…El es carne
cósmica
Polvo sideral
Uvas astrales
Millones de satélites azules….
…catapulta a la eternidad
y somos infinitos”.
Sin embargo,
está la angustia profunda, medular, visceral dejándonos débiles de ser.
Dice “Angustia de muerte”:
“En dolor agudo
en víscera”
Además, como un
círculo complementario:
“Nosotros inasistidos,”
Mientras,
contrastando, incorporando más angustia:
“El sol afuera
como nuevo
como si lo hubiéramos
pintado de mañana”
En este otro ángulo
de mira, de introvisión, insight, la
belleza cotidiana parece comportarse
como edulcurante, como portadora de
velos y, a la vez, como contraste con la muerte y como tentación de existir, a
pesar de todo…
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