Lo Cotidiano y
lo Universal 49
Lo poético y lo prosaico
Notas del libro Alicia, Antonio y sus amigos en
el País de Lo Poético
(Nota 13) Llega la Reflexión.
La Serpiente lee un texto sobre lo
poético de Leonard Boff.
Mira quién llegó, dijo la Integración-
La Reflexión, dijo
,animadamente ,el Asombro.
¿Has visto a
nuestras hijas? preguntó la Reflexión,
abrazando al Asombro, después de saludar cariñosamente a la Integración.
Asombro sonrió a su ex esposa y contestó
que con la Filosofía había
hablado hace poco y con Ciencia se seguían a través de la comunicación con una
partícula de neutrino. La Reflexión lo miró como comprendiendo la
existencia de algo para
hablar más tarde, entre
padres.
-Quieres contar
algo, le preguntó la Integración a la
primera esposa de su marido, el Asombro.
-Entiendo que
tienen visitas, de esas que están y no están el la Tierra , dijo la Reflexión.
-Traigo un
texto sobre ese tema de la poesía y la prosa de Morin, es del brasilero Boff,
cita a Edgar Morin.
Que lea la Rosa, se
oyó por aquí y por allá.
Mejor hagamos
variaciones , dijo la Rosa.
Lo leeré yo, para
que me tengan más confianza, dijo
la Serpiente.
Este es el texto
Ser humano: poético y prosaico
Leonard
Boff
Uno de los más
inspirados poetas alemanes, Friedrich Hölderlin (1770-1843), dijo lo siguiente:«El
ser humano habita poéticamente la Tierra». Este pensamiento lo completó, luego,
un pensador francés, Edgar Morin:«El ser humano habita también prosaicamente la
Tierra». Poesía y prosa además de ser géneros literarios, expresan dos modos
existenciales de ser.
La poesía supone la
creación que hace que la persona se sienta tomada por una fuerza mayor que le
trae conexiones inusitadas, iluminaciones nuevas, rumbos nuevos. Bajo la fuerza
de la creación la persona canta, sale de la rutina y asume caminos diferentes.
Surge entonces el chamán que se esconde en cada persona,esa disposición
que nos hace sintonizar con las energías del universo, que capta el pulsar del
corazón del otro, de la naturaleza y de Dios mismo. Por esta capacidad se
descubren nuevos sentidos de lo real.
«Habitar poéticamente
la Tierra» significa sentirla como algo vivo, evocativo, grandioso y mágico. La
Tierra es paisajes, colores, olores, fascinación y misterio. ¿Cómo no
extasiarse ante la majestad de la selva amazónica, con sus árboles cual manos
tendidas hacia lo alto, con la maraña de sus lianas y enredaderas, con los
sutiles matices de sus verdes, rojos y amarillos, con los trinos de las aves y
la profusión de sus frutos? ¿Cómo no quedarse boquiabierto ante la inmensidad
de las aguas que penetran lentamente en la espesura y descienden mansamente
hasta el océano? ¿Cómo no sentirse lleno de temor reverencial al caminar horas
y horas por la selva virgen, como varias veces me tocó hacerlo con Chico
Mendes? ¿Cómo no sentirse pequeño, perdido, un bichito insignificante ante su
incalculable biodiversidad?
Habitamos
poéticamente el mundo cuando sentimos en la piel el frescor suave de la mañana,
cuando padecemos bajo la canícula del sol de mediodía, cuando nos serenamos al
atardecer, cuando nos invade el misterio de la oscuridad de la noche. Nos
estremecemos, vibramos, nos llenamos de ternura y nos extasiamos ante la Tierra
en su inagotable vitalidad, y al encontrarnos con la persona amada. Entonces
vivimos el modo de ser poético.
Lamentablemente son
ciegos y sordos y víctimas de la lobotomía del paradigma positivista moderno
quienes ven la Tierra simplemente como un laboratorio de elementos
físico-químicos, como un conglomerado inconexo de cosas yuxtapuestas. No, ella
está viva, es Madre y Pachamama.
También habitamos la
Tierra prosaicamente. La prosa recoge la cotidianidad y el día a día gris,
hecho de tensiones familiares y sociales, como los horarios y los deberes
profesionales, con discretas alegrías y tristezas disimuladas. Pero lo prosaico
también esconde valores inestimables. Se descubren tras una larga estancia en
un hospital, o cuando regresamos presurosos después de pasar penosos meses
fuera de casa. Nada más suave que el sereno transcurrir de los horarios y de
los quehaceres domésticos y profesionales. Nos da la sensación de una
navegación tranquila por el mar de la vida.
Poesía y prosa
conviven y se alternan de tiempo en tiempo. Tenemos que velar por lo poético y
lo prosaico de nuestras vidas, pues ambos se complementan y ambos están
amenazados de banalización.
La cultura de masas
ha desnaturalizado lo poético. El ocio, que sería el momento de ruptura de lo
prosaico, ha sido aprisionado por la cultura del entretenimiento que incita al
exceso, al consumo de alcohol, de drogas y de sexo. Es una vivencia poética,
pero domesticada, sin éxtasis; un disfrute sin encantamiento.
Lo prosaico ha sido trasformado
en simple lucha darwiniana por la supervivencia, extenuando a las personas con
trabajos monótonos, sin esperanza de gozar del merecido ocio. Y cuando éste
llega, resultan rehenes de quienes han pensado todo por ellas, organizan sus
viajes y les fabrican experiencias inolvidables. Y lo consiguen. Pero como todo
es artificialmente inducido, el efecto final es un doloroso vacío existencial.
Y entonces les dan antidepresivos.
Saber vivir con
levedad lo prosaico y con entusiasmo lo
poético.
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