Desarrollo Personal, Cambio Cultural
y Nuevo Paradigma (84)
La metodología de auto desarrollo con la orientación de la salud integral
(23)
Desarrollo de la metodología(10)
La disciplina vincular 1
LA
DISCIPLINA VINCULAR
“ EL YOGA DE LA COMUNICACIÓN”
Existe una tendencia natural a buscar la
comunicación con alguien en quien se pueda confiar plenamente, esperar apoyo
emocional, consejo, compañía para llevar a cabo las experiencias que se sientan
más relevantes. La búsqueda del intercambio se confunde, muchas veces, con la
del alma gemela. La mutualidad puede obscurecerse con la aparición de la
posesividad, la búsqueda de subordinación o sumisión.
La propuesta de trabajo vincular necesita apoyarse y discriminar en lo
que es, por una parte, la necesidad de comunicación profunda y, por otra, el
vínculo, la búsqueda de la diada, la
relación profunda, la relación preferente, lo que es el tema del mejor amigo o
amiga y el de la pareja erótica.
Se necesita una relación estable, para crecer
juntos, en que se vean, como espejos, los actores en la percepción del otro. El
proceso requiere de conocimiento mutuo, de posibilidades y ganas de hacer un
intercambio, de asegurar que esa situación no sea mediada por tensiones
afectivas, por instrumentalizaciones de ningún tipo.
Las relaciones de pareja, las amistades íntimas,
los nexos familiares cercanos, suelen envolverse en tramas de requerimientos,
de recuerdos, de dependencias, de obnubilaciones afectivas, que dificultan un
posible trabajo riguroso de apoyo recíproco para el crecimiento.
La propuesta es buscar una persona con quien se
pueda practicar una disciplina de a dos, bien centrada, con garantías de
continuidad y de evaluación permanente, que pueda ser armónicamente enlazada
con lo que cada uno viva en la cotidianeidad. Puede haber, seguramente, otras
relaciones más ricas en vivencias, más densas en lo intelectual, pero el
vínculo para
esta disciplina es el de un compromiso bien llevado, compromiso necesario para
un verdadero yoga -el yoga de la
comunicación-, una disciplina de
crecimiento a través de la comunicación, constante, ordenado.
Hay un primer período de búsqueda, de conjeturas,
de indagaciones, de conversar, hasta llegar a un acuerdo. Luego, su
realización, su permanente evaluación que será incorporada a la práctica. Al
final, si no se puede proseguir, un cierre adecuado, un verdadero “finiquito
existencial”, optimizando el aprendizaje, lo que se recupera para una nueva
etapa del “yoga comunicacional”.
En ocasiones, sobretodo en los períodos de transición, se
sobreponen dos o más pares de parejas. Lo cierto es que la disciplina es
compleja y es preferible jugarse a una sola opción, un par de personas en
“relación de pares”.
El eje de la disciplina es la igualdad. En ello se
articula con la autoayuda. La pareja en crecimiento se autogesta, es autónoma,
no está intermediada por un facilitador o terapeuta. Quiere ser una relación de
iguales, distinta a una relación terapéutica, diferente al vínculo
profesor-discípulo, a las jefaturas y a los liderazgos. La igualdad se articula
en el derecho y la búsqueda creativa de la diferenciación: iguales y
diferentes. Igualdad en el trato, en ir haciendo las agendas, en las
responsabilidades. Todas las diferencias que estén en la realidad, en el ánimo
de abrir complementariedades, horizontes nuevos o seguridades y
enriquecimientos para lo que no cambia.
La articulación entre igualdad y respeto a las
diferencias es un eje de profundización en el trabajo. Uno de los parámetros a
evaluar.
Lo segundo es la modulación entre el apoyo y el
cuestionamiento. Se trata de saber recibir, dar espacio, entregar apoyo,
postergar las críticas, junto con saber mostrar las dudas, explicitar los
reparos, ahondar en lo deficitario del otro. Es un juego de aprender,
artesanalmente, a sopesar las oportunidades, cuándo estimular y cuándo poner el dedo en la llaga, cuándo escuchar
con paciencia y cuándo sugerir
límites, interrumpir, poner luz roja.
La tercera vertiente de profundización es la
transparencia, asociada, interpenetrada con la seguridad. Se procura decir
todo, incluso los sentimientos negativos, pero con el cuidado de no quebrar o
quebrarse, de no perder discreción, de no perturbar la confianza de terceros.
La transparencia debe ir avanzando, sin que se pierda la noción de respeto a la
vulnerabilidad, a la sensibilidad de cada parte y de los terceros.
La cuarta dimensión es la más clásica, el
profundizar en el sentido de ganar en complejidad.
En este caso, enlazados con los ritmos de cada uno, las tendencias, el momento
del vínculo. Entrar a los temas tabúes, a los más angustiantes, a los más
abstractos, pero con los pies firmes, hasta donde el momento lo permita.
El
trabajo, se lleva a cabo, por término medio, una vez por semana. Este es un ritmo más cultural que
“orgánico” -como es el de las 24
horas para el cumplimiento de la tarea individual- pero, en grandes números, parece ser lo más conveniente. Por
supuesto que está abierto a las variaciones que la pareja resuelva hacer.
Se
fija el día, la hora, la duración, y se van haciendo los ajustes que determine
la práctica. Generalmente, entre dos y tres horas resulta el tiempo óptimo para dar lugar al establecimiento
del clima adecuado, ponerse de acuerdo en lo que se va a hacer, realizarlo y
evaluarlo.
En un período inicial, se fijan ciclos de 6
reuniones, 6 semanas en el diseño habitual. Las sesiones se alternan entre las que se centran en la comunicación abierta, el
“diálogo libre” y las que están intencionadas en el sentido de que se propone el uso
de una técnica, sucesivamente, el llamado juego de la verdad, el cambio de
roles y la sistematización .
CICLO DE REUNIONES SEMANALES
SESIÓN
1.- Diálogo Libre.
SESIÓN
2.- Juego a la Verdad.
SESIÓN
3.- Diálogo Libre.
SESIÓN
4.- Cambio de Roles.
SESIÓN
5.- Diálogo Libre.
SESIÓN
5.- Sistematización, Evaluación, Perspectivas.
El trabajo vincular, como conjunto, apunta a la
cruz central de la racionalidad integradora.
UNIVERSALIZACIÓN
Se trata, precisamente, de acercarse a sí y
aproximarse a otro, de relacionarse con la pareja de trabajo a modo de
aprendizaje, de afinamiento, de lo que debieran ser los diversos vínculos, de
modo que, en el traslado a la vida cotidiana, el “otro” de la pareja es, a la
vez, asiento de una tensión entre lo individual y lo universal.
En
la comunicación profunda, se hace presente y se desvanece el yo individual.
Llena el escenario el reencontrarse con sus vivencias para expresarlos, pasa a
segundo plano cuando se trata de escuchar, de ponerse en el lugar del otro. Sin embargo, en forma paralela, en la expresión debe haber un “ajuste”, una filtración, para
no invadir, para no intoxicar,
para guardar ecuanimidad.
Allí está, por cierto, el compromiso, pero también, el desapego. El
escuchar, por otra parte, no puede ser solo desapego, hay el interés por el
otro, el darle relieve, compromiso, para singularizarlo, para rescatar lo que tiene de
originario.
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