Desarrollo Personal, Cambio
Cultural y Nuevo Paradigma (12)
APOLO, INSPIRADOR DE
HIGIA Y DE LA VISION INTEGRAL DE LA SALUD
Se llama paradigma al modelo, al marco consensual de
ciencias y prácticas de una comunidad científica. Por extensión, se plantea una
noción más amplia, la del paradigma cultural básico, que se refiere tanto al
como conocer como a los grandes contenidos de la visión de mundo y de evolución
humana posible y deseable. Hoy vivimos, dentro de una crisis de civilización,
la coexistencia y el enfrentamiento de paradigma básicos. La valoración y la
conceptualización de la integralidad son parte substantiva de esta crisis y
confrontación de tendencias.
El asumir la confrontación de paradigmas, el contar
con la capacidad crítica y la creatividad requeridas para darle vida y sentido
a la integralidad, requieren apertura y desarrollo de conciencia. Para ello las
conexiones entre el inconsciente individual y colectivo y los mitos de
resonancia universal son facilitadores de progresivos niveles de comprensión. A
este respecto, junto a las figuras de Panacea y de Higia, tiene un valor el
alternar con el célebre y multifacético Apolo.
Panacea es una figura simbólica que contribuye a la
introvisión, al “insight” sobre nuestra tendencia a la omnipotencia y la falta
de conciencia de nuestros límites. Higia encarna la vocación y la exigencia
existencial del hacerse cargo, del “cuidado”, del “pastoreo” de la vida. Apolo
puede contribuir, como símbolo, a aprehender las dimensiones y conflictos a
encarar con la noción de integralidad, como utopía de la medicina de la salud,
e, incluso, de la felicidad.
Hay una asociación muy antigua, entre el Dios Apolo y
una serie de atributos relacionados con la integralidad: sabiduría, equilibrio,
brillo, amplitud, ponderación, belleza, aprendizaje... Apolo, el
resplandeciente, dios del sol, árbitro del tiempo, plenitud de juventud, dios
de la enfermedad y las pestes y de la curación, de la videncia y de la
profecía, de la mediación entre los humanos y los dioses. Apolo, un dios que se
enamora, que tiene desengaños, que es capaz de ser cruelmente vengativo, que
sufre al perder a sus hijos, que exige, implacable, que Orestes vengue a su
padre y mate a su madre Clitemnestra, Apolo, dios múltiple, versátil, del
equilibrio y la armonía. Dios que integra salud y enfermedad, vida y utopía.
Pitágoras, tal vez el primer religioso pensador que
hablara de “filo-sofía”, amistad hacia la sabiduría, fue considerado por
algunos como una encarnación de Apolo. Schelling y Niestzche destacaron el
contraste entre las grandes constelaciones culturales, apolíneas y dionisiacas,
las del equilibrio y las del frenesí vital. Cuando Cazaneuve habla de tipologías de concepciones de la
felicidad, también alude a una visión apolínea y a una orientación dionisiaca,
que podrían equivaler a los principios de realidad y de placer de Freud, en sus
alcances más radicales.
Hay dos elementos del mito de Apolo que son
importantes de destacar, en el propósito de sacar el tema de la integralidad de
la mecánica del slogan y lo trivial y llevarlo a sus implicaciones
epistemológicas y de asociación con el cambio de conciencia. El primero es el
rescate de la ótica integral como punto de experiencias biográficas. Apolo
estuvo muy lejos de nacer Apolíneo, en segundo término, la relación de
equilibrio, de desapego, de lo clásico, con la pasión, la vida, lo romántico.
Apolo, además de haber sido “dios de las pasiones”, ya en pleno período
profético, de intermediario con Júpiter, se entendiera, complementaba con
Dionisio, no lo descalificaba.
Apolo tuvo un duro aprendizaje biográfico, una serie
de experiencias que lo llevaron a madurar hacia lo “Apolíneo”. El mito ayuda a
comprender que se requieren procesos formativos profundos para trabajar en los
marcos referenciales de la salud y la medicina integral.
La vida de Apolo está marcada por pasiones y
conflictos desde antes de nacer. Hijo de Júpiter y de Latona, la
personificación de la noche, vio amenazada su supervivencia por los celos
embravecidos de Hera, esposa posesiva del dios supremo, quien dio instrucciones
intimidatorias para que en ningún sitio de la tierra se aceptara dar lugar al
parto de este fruto de la infidelidad divina. Sólo la pequeña Delos, un peñón
flotante, se apiadó de la gran angustia de Latona. Poseidón dios del mar, le
proporcionó columna para que anclara y sirviera de digna cuna a tan importante
personaje. Iris, la mensajera de los dioses, la del “arco iris” entre cielo y
tierra, fue la encargada de ir al Olimpo en busca de Eleitis, diosa de los nacimientos,
mañosamente retenida por Hera.
Al nacer, Apolo rompe el cordón de oro que rodea sus
reales pañales y reclama de inmediato el arco y la lira, junto con expresar con
absoluta asertividad su propósito de ser el intérprete de la voluntad de
Júpiter, su padre. Vemos, de inmediato, el concierto de las armas y la música,
el desparpajo genial y precoz de hacer lo suyo, pero, al mismo tiempo, la
forma, el orden, la conciencia de límites frente a una racionalidad a un ser
superior. La lección de fondo es que todos esos equilibrios son difíciles,
incluso para un gran dios, por lo que es explicable que Apolo pasara por muchas
frustraciones y por la autoría de severos errores.
Tal vez el episodio más pertinente para ejemplificar
como Apolo se hizo “integral” viviendo experiencias remecedoras, fue su año de
castigo con trabajos en la tierra. Hay una visión que atribuye la falta a que
Apolo mató a la fatídica serpiente Pitón en las inmediaciones sacras del templo
de Delfos. Lo más aceptado es, sin embargo, el relato que lo asocia con la
muerte de Esculapio, el padre de la medicina e hijo de Apolo, que incurrió en
la transgresión de resucitar a uno ¾o varios¾ muertos. Júpiter lo fulminó con un
rayo y Apolo, desconsolado, impulsivo, se vengó matando, a su vez, a tres cíclopes,
familiares del primero de los dioses, Júpiter, entonces lo condena a servir,
durante un año, de cuidador de los rebaños de un mortal, el rey Admeto. Apolo
aceptó con humildad la tarea y la relegación fuera del Olimpo, empleó la lira
para domesticar los animales, creativo y responsable. Fue, al parecer, un hito
decisivo en su transformación “personal”, en el tránsito hasta llegar a ser
ponderado, equilibrado, apolíneo, integral. Del exilio en el espacio vino a
relegar a un segundo plano lo pasional, lo impulsivo. Un aprendizaje de la
integralidad no a base de consignas, sino en función de una evolución de la
conciencia relacionada con vivencias profundas.
En lo biográfico está implícito el segundo contenido
importante del mito, para los efectos de la discusión sobre la integralidad, lo
apolíneo puede encauzar lo dionisiaco, pero no lo excluye. En el templo de
Delfos, el más importante de los muchos lugares de culto a Apolo, también se
celebraba a Dionisio. Los dos dioses no eran antagónicos, eran complementarios.
Apolo, el sabio, era joven y vital. Tenía el don de la profecía, pero también
manejaba el arco y la lira. Nietzche destaca en “El Origen de la Tragedia” que
ésta nació del confluir de la vitalidad, de la verdad dionisíaca, y se integra
con las representaciones mediatizadas, de la pintura y la escultura, apolíneas.
Otra manera de decirlo es que la integralidad se nutre
de la reflexión, del orden secuencial, del hemisferio cerebral izquierdo, y,
también, exige atención a los nacimientos, los exilios, las muertes, la vida y
su repercusión en los afectos, el hemisferio cerebral derecho. O, también el
mito puede traducirse en que se requiere acercar las experiencias vividas de
quienes trabajan en proyectos de medicina integral, con sacrificios, abnegación
y compromiso, con los que buscan y encuentran caminos de desarrollo psicológico
y ampliación de las perspectivas paradigmáticas.
Higia, la higiene, el proyecto de construir la vida de
cada uno y de todos en forma saludable, al imbricarse con la Atención Primaria
como estrategia de cambio, tiene que involucrarse con transformaciones
culturales en que la noción de integralidad está en primer plano. Se trata de
abandonar el individualismo desarrollando la capacidad de individualización, de
respetar la razón y asegurar su primacía frente al mecanicismo y los esquemas,
en consonancia con la apertura a los afectos, a la imaginación, a los afectos,
a la imaginación, a los valores, al espíritu. Apolo, dios principal de la
salud, es un arquetipo inspirador, en la medida que es un mito que contribuye a
sacar a la salud y a la medicina integral de la retórica y de la
instrumentalización comercial. Apolo, dios principal de la salud, es un
arquetipo inspirador, en la medida que es un mito que contribuye a sacar a la
salud y a la medicina integral de la retórica y de la instrumentalización
comercial. Apolo, en diálogo con la Panaceas, los Júpiter y los Dionisios.
Apolo como inspirador de un cambio cultural y de una formación que ve a la
integralidad como puente entre la salud y la medicina, entre la ética y la
ampliación de la conciencia, entre el paradigma básico vigente y el nuevo
paradigma holístico y humanista.
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