Conversando desde la Amistad (370)
Cuento de Olga Porras del curso de Líderes Culturales de la Estudios de la Calidad de Vida.
Obtuvo el segundo premio in
el concurso de la Corporación
Cultural de la Municipalidad de Maipú.
La Dimensión
poética de la Vida(19 )
Historia: El pequeño” Colo Colo.”
Olga Porras
Como
en aquellos años estaba como la luna en cuarto menguante, miraba sólo un pedazo
y no veía, no logré ver la grandeza del pequeño “Colo Colo”.era un tío viejo,
pequeño, muy delgado, de aspecto enfermizo y que en la mayor parte de su vida
fue alcohólico, quedó viudo tempranamente y se apegó junto a sus hijos a
su protectora hermana mayor. Le llamaban “Colo Colo” porque vendía
diarios en las poblaciones en un carretón blanco y con un indio pintado. Gritaba: Ganó Colo Colo, lleve la
Tercera, la Última, el “Puro Chile”, a pesar de que ese equipo ni siquiera
había jugado y el”Puro Chile” ya no existía. Decía que tenía doble efecto: hacer reír y hacer rabiar,
pero principalmente para llamar la atención de sus clientes.
Se
levantaba a la hora que otros se acuestan, con frío, lluvia, oscuridad y
soledad, sin quejarse ni desmayar. Tenía una libreta donde anotaba los
periódicos que entregaba en forma mensual, sin nombres; era descriptiva: “el
pelao de Einstein”, “el ñato”, “la vieja del moño”, “la rucia linda”, “la viuda
idiota” y otros más fuertes.
En
sus últimos años comenzó a andar muy misterioso, escondía paquetitos de regalo,
se arreglaba un poco más, no probó más el vino, se perfumaba y desaparecía. Algunas personas que lo conocían decían
que tenía una polola joven y bonita
a la que ayudaba y mantenía.
Ella había tenido un hijito muy niña, pero en las fotos que “Colo Colo”
escondía se veía hermosa con su pelo largo y ondulado, parecía que nunca había
sido mamá.
Un
fin de semana Colo cClo se sintió mal, no salió a trabajar, estaba
hinchado cara, manos, piernas, lo
llevamos al hospital y dijeron que había tenido un infarto, sólo duró 4 horas y
falleció. Asistimos a su funeral
muy pocos, sólo su familia más cercana.
Pasaron
los días, ningún cliente de los que anotaba en su libreta preguntó porque no
había pasado esa semana, a quien había que pagarle, si estaba enfermo, si
estaba muerto, nada, tampoco su joven polola apareció, quizás ni siquiera supo
porqué no volvió más.
A
veces en la noche siento arrastar
un carro, el ruido me hace recordar su esfuerzo tirando el pesado
carretón, sin cuidar su salud, recuerdo su sencillez, su psicología y como el
amor lo hizo cambiar para mejor en la tercera edad.
- F i n -
No hay comentarios:
Publicar un comentario