Conversando desde la
Amistad(340)
El Miedo
Versión de una
Fábula
Fue ,,,una vez, fue varias veces.
Se contó no
exactamente igual,
Pero siempre manteniendo el hilo central
de fábula, de mito.
Tres personas recorrían un bosque . Era una joven con dos amigos.
Ella los venía conociendo. Le
parecieron tan simpáticos como confiables y aceptó la invitación que le hicieron para
hacer juntos el camino que,
cruzando el bosque, llevaba a una hostería donde se iba a realizar un encuentro
sobre la conducta a seguir
ante una epidemia
llamada de fiebre de oveja, una infección transmitida por
la lana de oveja por unos virus, habitualmente en
hibernación, que despertaban con el
contacto de la saliva
de los perros en la sangre. .
La gravedad de la epidemia
tenía muy afectada a la población
, por lo que el encuentro había suscitado mucho
interés , a pesar o , a lo mejor ,
también, porque se realizaba en un lugar
de difícil acceso, al que
no podían llegar vehículos y se podía controlar bien tanto la
presencia de perros , como de
ovejas y de ropa de lana.
Ella se llamaba Diana y era
funcionaria de atención primaria
en salud, sus dos acompañantes, dos hermanos denominados Fobos y Deimos, parecían trabajar para una empresa de publicidad.
Atardecía , hacía una leve brisa y los árboles , sin cambiar de
sitio, movían sus hojas con gran libertad y gracia, jugando con la
luz y los tonos del verde. La conversación iba y venía, danzando por los alrededores de la
epidemia y sus avatares
De súbito se escuchó un
ladrido y emergió un perro abriéndose camino en
dirección a ellos a toda velocidad. Fobos de un salto se encaramó a un árbol
cercano, trepando a considerable altura . Deimos , sin mayos pudor, se protegió refugiándose detrás de Diana . Diana permaneció serena y le habló al animal en forma afectuosa , ofreciéndole un pedazo de pan
. El perro se detuvo olfateó con parsimonia lo que se le
adelantaba , luego procedió a comerlo con
bastante premura, sin hacer mayores comentarios….
Terminada la improvisad merienda, Diana le tocó suavemente la cabeza, el perro se
tendió de espalda y le
ofreció poco menos que su
alma para que la acariciara .
“Qué bueno es hacer amistades” dijeron, casi al unísono, los dos hermanos, contemplando la escena. Diana, la vista fija en los ojos del perro mientras le acariciaba el pecho, prefirió continuar la
conversación anterior . Se limitó a comentar que el miedo era la peor epidemia que existía en el mundo.
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