Miradas
1
La
Magia de la Mirada Azul
Para
Matías Cepeda Monsalvo
La mirada a los ojos como fuente del
arte de vivir.
A lo mejor he olvidado algo muy
importante. Son recuerdos muy antiguos, me lo contó la nana de mi infancia, tal
vez hace unos ochenta años. No lo puedo precisar. Ella lo escuchó, juventud
adentro, en su Victoria natal, entonces de calles de madera.
Peñi, decía el amigo del pueblo
originario. Se lo cambiaban por un “hola compañero, como estás”. Seguía un
trueque de palabras fluido, a veces muy lento, casi seco.
Ella recordaba una conversación y no le
ponía nombre. Se lo quise preguntar, pero ella ya no está, se convirtió en
noche. Está este recuerdo. Deshilachado, vago, muy importante.
-Fíjese niño, mire bien, la vida es
azul.
Ya no sé si lo soñé, o ella lo dijo. Da
igual. Si lo soñé es porque ella lo dijo, a su manera.
-Fíjese niño, la vida es azul, pero con
tanto ruido, tanto edificio, andando tan rápido…. No vemos el Azul. En
Victoria, quedan viejos que ven el Azul…. ¿Sabe, niño, por qué ven el Azul?
- No, yo no sé esas cosas … soy niño.
-Ya las va a saber… Se ve el azul cuando
uno mira a los ojos, aunque sea aun malo, aunque sea aun loco. Uno lo mira a
los ojos y, después, va encontrando la vida. Se aclara la vida.
Aparecen los caminos. ¿Cómo va
encontrando la vida? Si la vida de verdad se escapa, se le pierde el sabor.
Mirando a los ojos a las personas… uno va viendo, sintiendo los ojos de la
vida.
¿Habrá sido así la conversación?
Siento que ella me hablaba del arte de
vivir, mirar la vida a los ojos, tratar de estar viendo el centro.
El centro de la vida, otro, el centro de
uno
Detrás de las nubes, siempre el azul.
¿El arte de vivir es ser lo más azul
posible para encontrar, para saludar todo el azul que uno puede alcanzar?
Era alta la tarde, ya estaba azul y
estaba llegando el negro. Me pareció escuchar de nuevo algo muy antiguo y
cercano, era una voz conocida, querida. Las calles de Victoria ya no son de
madera, en muchas ciudades ya no se ve el azul, pero mirando a los ojos… vuelve
el azul.
Mirar a los ojos, ver al otro, ver el
ser, verse uno mismo… un arte.
Ahora lo llamamos el arte de vivir… y
es, por cierto, plenamente azul.
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