FÁBULAS AIERTAS ¡3
El otoño invitó a la hoja a viajar a su país.
Recién llegada, la hoja se empapó en soltura para contestar las temidas preguntas de los niños. Fue hermoso reconocer su racimo de por qués, tan misteriosos y, a la vez, tan mañaneros.
Si el conejo rosado la volviera a interrogar, candorosamente, sobre el padre, la madre, el tío, los abuelos, los otros antepasados y el origen más y más remoto de la tierra... Ahora sabría, confiada, responder, entera, “no sé, pero llevo esa pregunta conmigo hasta el desnudo”.
El otoño, feliz en la compañía, se dirigió con su amiga a la casa donde nació el color azul.
Emoción en la simpática visitante. Esta vez, clarividencia del por qué la poesía es tan longeva y puede ser eterna. La poesía recibe todas las vidas necesarias desde el rescoldo de las preguntas permanentes.
Hay una plaza íntima en el barrio más antiguo del otoño. Allí fue lo inefable entre la hoja y el otoño, revelando como entre vahos y despeñaderos se irá llegando a compartir caos, planetas, muerte, miradas y tiempo. Desentrañando los sueños de la poesía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario