Él Árbol 47
La yerba mate, leyenda
Eduardo
Galeano
La luna Jacy se moría de
ganas de pisar la tierra. Quería probar las frutas y bañarse en algún río.
Gracias a las nubes Arai, pudo bajar. Desde la puesta del sol hasta el
alba, las nubes cubrieron el cielo para que nadie advirtiera que la luna
faltaba.
Fue una maravilla la noche
en la tierra. La luna paseó por la selva del alto Paraná, conoció misteriosos
aromas y sabores y nadó largamente en el río. Un viejo labrador la salvó dos
veces. Cuando el jaguar iba a clavar sus dientes en el cuello de la luna, el
viejo degolló a la fiera con su cuchillo; y cuando la luna tuvo hambre, la
llevó a su casa. «Te ofrecemos nuestra pobreza», dijo la mujer del labrador, y
le dio unas tortillas de maíz.
A la noche siguiente, desde
el cielo, la luna se asomó a la casa de sus amigos. El viejo labrador había
construido su choza en un claro de la selva, muy lejos de las aldeas. Allí
vivía, como en un exilio, con su mujer y su hija (Yari).
La luna descubrió que en aquella
casa no quedaba nada que comer. Para ella habían sido las últimas tortillas de
maíz. Entonces iluminó el lugar con la mejor de sus luces y pidió a las nubes
que dejasen caer, alrededor de la choza, una llovizna muy especial.
Al amanecer, en esa tierra
habían brotado unos árboles desconocidos. (Ka’a )Entre el verde oscuro de las
hojas, asomaban las flores blancas.
Jamás murió la hija del
viejo labrador. Ella es la dueña de la yerba mate(Ka’a Yari) y anda por el
mundo ofreciéndola a los demás. La yerba mate despierta a los dormidos, corrige
a los haraganes y hace hermanas a las gentes que no se conocen.
Memoria del fuego I –
Eduardo Galeano
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