El
Árbol 35
Rubén Darío
LA
CANCIÓN DE LOS PINOS
¡Oh, pinos, oh hermanos
en tierra y ambiente,
yo os amo! Sois dulces,
sois buenos, sois graves.
Diríase un árbol que
piensa y que siente
mimado de auroras, poetas
y aves.
Tocó vuestra frente la
alada sandalia;
habéis sido mástil,
proscenio, curul,
¡oh pinos solares, oh
pinos de Italia,
bañados de gracia, de
gloria, de azul!
Sombríos, sin oro del
sol, taciturnos,
en medio de brumas
glaciales y en
montañas de ensueños, ¡oh
pinos nocturnos,
oh pinos del Norte, sois
bellos también!
Con gestos de estatuas,
de mimos, de actores,
tendiendo a la dulce
caricia del mar,
oh pinos de Nápoles,
rodeados de flores,
oh pinos divinos, no os
puedo olvidar!
Cuando en mis errantes
pasos peregrinos
la Isla Dorada me ha dado
un rincón
do soñar mis sueños,
encontré los pinos,
los pinos amados de mi
corazón.
Amados por tristes, por
blandos, por bellos.
Por su aroma, aroma de
una inmensa flor,
por su aire de monjes,
sus largos cabellos,
sus savias, ruïdos y
nidos de amor.
¡Oh pinos antiguos que
agitara el viento
de las epopeyas, amados
del sol!
¡Oh líricos pinos del
Renacimiento,
y de los jardines del
suelo español!
Los brazos eolios se
mueven el paso
del aire violento que
forma al pasar
ruidos de pluma, ruidos
de raso,
ruidos de agua y espumas
de mar.
¡Oh noche en que
trajo tu mano, Destino,
aquella amargura que aún
hoy es dolor!
La luna argentaba lo
negro de un pino,
y fui consolado por un
ruiseñor.
Románticos somos… ¿Quién
que Es, no es romántico?
Aquel que no sienta ni
amor ni dolor,
aquel que no sepa de beso
y de cántico,
que se ahorque de un
pino: será lo mejor…
Yo, no. Yo persisto.
Pretéritas normas
confirman mi anhelo, mi
ser, mi existir.
¡Yo soy el amante de
ensueños y formas
que viene de lejos y va
al porvenir
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