sábado, 7 de julio de 2018

Multiversidad sin Fronteras 63

Multiversidad sin Fronteras  63

Una mirada a la cotidianidad

3 nikolo a luca
Arturo Solari

Treeeeeees nikolo a luca damas y caballeros! Llévese tres en solo lukita!

Siempre me pregunté de dónde salió la palabra Luca para describir un billete de mil pesos chilenos. Como cuando decimos “pacos” (Policía a contrata de orden y seguridad). Pero nunca quise cagar el misticismo idiosincrático de la palabra. La encuentro romántica, tan nuestra, que le atribui mi propio origen.
Me imagino en tiempos donde imprimíamos nuestra divisa en la ahora casa de la moneda, a un trabajador daltónico llamado Lucas imprimió en verde billetes que debían ser azules. Le sacaron un cero y enhorabuena nacieron los mil pesos: la Luca.

Pero esta Luca tuve una tragicómica arritmia de índole financiera. El bolsillo del chileno siempre acarició la solitaria Luca que en su camino a la farmacia, el mercado, un domingo en la plaza, sirvió de salvoconducto para justificar cualquiera de esas experiencias espontáneas con una compra al paso, esporádica, de algo que probablemente no se necesitaba pero alegraba el día: un helado, un alfajor, un cintillo para la niña, y así los mercantes callejeros fueron los fieles receptores de una Luca; eran los creadores de felicidades espontáneas, nunca planeadas de antemano, pero siempre cándidamente recibidas.

Esa economía de la gratificación “al paso”, fue en su cúspide, una representación de que para nosotros, lo importante estaba en los detalles aparentemente más insignificantes del día a día. No me alcanza para la renta? Igual le compro un chocolito a mi polola mientras paseamos por la alameda.
Eso, justamente eso, era vivir.

Me llamo mucho la atención hace un par de años cuando vivía en el extranjero, que comenzaron a agregar las propinas a los pagos con tarjeta porque ya los bolsillos no tintineaban con esas empuñaduras forjadas tan arduamente, y que ahora no queremos como peso extra. Las monedas se quedaban en el fondo de las lavadoras, y los cajeros automáticos acumulaban más polvo que ansiosas filas el último día del mes. Ese pedacito de plástico prolijamente cortado rectangular mente ganaba terreno y la desolada Luca se reservaba para aquellas generación que aún pagan su marraqueta con monedas en el boliche de la esquina.

Después vi con atrocidad que la compañera de batalla de Luca, la señorita quina era ahora una moneda fría al tacto y cedía aún más terreno al rectangulito aquel.

Ahí me di cuenta que la Luca nunca fue una divisa financiera sino el epítome de algo más grande que poco a poco, al retroceder, en frío al chileno y lo encerró cada vez más. Cuando ahora todo se puede comprar en línea, anónimamente, o deslizar una máquina sin siquiera discutir el clima o el partido de fútbol mientras se espera el vuelto. Ahí me di cuenta que todo este tiempo juzgue erróneamente a nuestra Luca querida.

Yo pensaba que se vendían tres nikolos a Luca por economía de mercado al por mayor. Grosso error. El otro día en un atiborrado vagón del metro, cuando el cansado vendedor ambulante gritó el famoso 3 nikolos a Luca, un joven los compro, no para ahorrar, pero al recibirlas, le entregó uno a su novia y uno a su hija.

La Luca es la economía del compartir. La noción que a veces, tener a mano un pedacito de papel puede dar las mayores alegrías. La Luca nos devuelve el cara a cara. Nos devuelve nuestra humanidad. La luca es esa sonrisa en caras que el plástico endurece.

Revisa tus bolsillos.


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