Multiversidad sin Fronteras 63
Una mirada a la cotidianidad
3 nikolo a luca
Arturo Solari
Treeeeeees nikolo a luca damas y caballeros!
Llévese tres en solo lukita!
Siempre me pregunté de dónde salió la palabra
Luca para describir un billete de mil pesos chilenos. Como cuando decimos
“pacos” (Policía a contrata de orden y seguridad). Pero nunca quise cagar el
misticismo idiosincrático de la palabra. La encuentro romántica, tan nuestra,
que le atribui mi propio origen.
Me imagino en tiempos donde imprimíamos nuestra
divisa en la ahora casa de la moneda, a un trabajador daltónico llamado Lucas
imprimió en verde billetes que debían ser azules. Le sacaron un cero y
enhorabuena nacieron los mil pesos: la Luca.
Pero esta Luca tuve una tragicómica arritmia de
índole financiera. El bolsillo del chileno siempre acarició la solitaria Luca
que en su camino a la farmacia, el mercado, un domingo en la plaza, sirvió de
salvoconducto para justificar cualquiera de esas experiencias espontáneas con
una compra al paso, esporádica, de algo que probablemente no se necesitaba pero
alegraba el día: un helado, un alfajor, un cintillo para la niña, y así los
mercantes callejeros fueron los fieles receptores de una Luca; eran los
creadores de felicidades espontáneas, nunca planeadas de antemano, pero siempre
cándidamente recibidas.
Esa economía de la gratificación “al paso”, fue
en su cúspide, una representación de que para nosotros, lo importante estaba en
los detalles aparentemente más insignificantes del día a día. No me alcanza
para la renta? Igual le compro un chocolito a mi polola mientras paseamos por
la alameda.
Eso, justamente eso, era vivir.
Me llamo mucho la atención hace un par de años
cuando vivía en el extranjero, que comenzaron a agregar las propinas a los
pagos con tarjeta porque ya los bolsillos no tintineaban con esas empuñaduras
forjadas tan arduamente, y que ahora no queremos como peso extra. Las monedas
se quedaban en el fondo de las lavadoras, y los cajeros automáticos acumulaban
más polvo que ansiosas filas el último día del mes. Ese pedacito de plástico
prolijamente cortado rectangular mente ganaba terreno y la desolada Luca se
reservaba para aquellas generación que aún pagan su marraqueta con monedas en
el boliche de la esquina.
Después vi con atrocidad que la compañera de
batalla de Luca, la señorita quina era ahora una moneda fría al tacto y cedía
aún más terreno al rectangulito aquel.
Ahí me di cuenta que la Luca nunca fue una
divisa financiera sino el epítome de algo más grande que poco a poco, al
retroceder, en frío al chileno y lo encerró cada vez más. Cuando ahora todo se
puede comprar en línea, anónimamente, o deslizar una máquina sin siquiera
discutir el clima o el partido de fútbol mientras se espera el vuelto. Ahí me
di cuenta que todo este tiempo juzgue erróneamente a nuestra Luca querida.
Yo pensaba que se vendían tres nikolos a Luca
por economía de mercado al por mayor. Grosso error. El otro día en un
atiborrado vagón del metro, cuando el cansado vendedor ambulante gritó el
famoso 3 nikolos a Luca, un joven los compro, no para ahorrar, pero al recibirlas,
le entregó uno a su novia y uno a su hija.
La Luca es la economía del compartir. La noción
que a veces, tener a mano un pedacito de papel puede dar las mayores alegrías.
La Luca nos devuelve el cara a cara. Nos devuelve nuestra humanidad. La luca es
esa sonrisa en caras que el plástico endurece.
Revisa tus bolsillos.
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