La
Amistosofía y el Arte de la Amistad N 32
El Principito
El Principito participa del mundo de nuestras citas,
de nuestras representaciones escolares. ¿ Por qué está tan presente? Con él se
da el rito de volverlo parte obligada de nuestras conversaciones cotidianas; los ritos que el zorro , personaje de la
narración, decía que eran necesarios. Si le preguntáramos al autor o a alguna
de sus creaciones qué explica la vigencia del texto, la respuesta iría por un
lado convergente con la cita más favorecida por el público, es un libro que
habla con el corazón, con “lo esencial
que es invisible a los ojos”.
Los libros de
contenidos, lo que comunican en profundidad, se mueven entre las ideas y los
afectos, entre el mensaje explícito y la experiencia abierta. En El Principito
hay una combinación especial de sutileza y sencillez, de sentido edificante y
de problematización .
El texto parece tener en primer plano una dialéctica
entre dos personajes, el niño y el aviador, afirmada sobre la relación adulto
niño. El aviador , adulto, recupera su niño interno, inmovilizado hace tiempo,
nostálgico, carenciado de espacio
de expresión. El niño viaja apartándose de una situación que no aprehende, las veleidades de su amiga
flor; en el viaje, a través de los encuentros, va madurando , va haciéndose
adulto, sin dejar su sabiduría de niño.
Hay una vivencia central, el “domesticar”, el crear
vínculos, el hacerse responsable de los
vínculos. Los adultos se extravían, son extraños, se apartan de lo
auténtico, aquello que saben los niños ,
tal vez, también, los animales, el
comprender que las personas son más
importantes que las cosas, el dictum del desarrollo a escala humana .
Volvemos a la situación humana y a la percepción de
Erich Fromm. Nuestro problema esencial es la separatividad, la conciencia de sí
, la razón , la imaginación. Tendemos a buscar una continuidad, a salir de esta fractura existencial, del
tener que asumirnos, diferenciarnos, elegir… Hay caminos auténticos , humanizadores
, el tránsito por el amor y la creatividad, Son las sendas productivas, en
contraste con la búsqueda de dominio, de receptividad pasiva, de acumulación,
de intercambio mercantil, “ improductivos”, junto a las salidas inmediatistas ,
orgiásticas, del sexo , las drogas, los cambios accesionales de consciencia.
El Principito viaja
por varios planetas antes de llegar a la Tierra. En cada uno de
ellos encuentra un personaje, siempre
varón, que tiene un punto débil en su
proyecto de vida. Pasa por el asteroide
del Rey, autoritario; del vanidoso, necesitado de admiración; del bebedor
enredado en su círculo vicioso de beber por la situación aflictiva que le trae
el beber; del mercader acumulador de supuestas propiedades de estrellas; del
farolero sometido a un trabajo reiterativo, insensato , un Sísifo prendiendo
faroles en cada vuelta de un minuto alrededor del sol , del geógrafo
teórico que no conoce ni su pequeño planeta porque todo se lo debe encargar a
otro.
En la tierra tiene encuentros con las rosas
anodinas, no vinculadas a nadie, con el
guardia vía que conduce gente que no sabe dónde va; el comerciante de píldoras
para saciar la sed, creador de
necesidades artificiales ; con tres personajes claves que lo informan , que lo
educan; la serpiente, posible descendiente de la que abrió caminos de
desarrollo de conciencia en el Paraíso, ahora cómplice para el retorno del
Principito dejando su cuerpo transitoriamente en esta realidad ; el zorro ,
quien le enseña sobre la amistad y le pide ser su amigo: el propio aviador con
quien comparte la sed., a quien confirma en el dominio de la sensibilidad y la
imaginación
La amistad es el personaje principal de la fábula. La
amistad como vínculo, como puente a transitar , como objeto de cuidado
interpersonal, como relación
privilegiada en que debe primar la tolerancia y la lealtad , el responderle al
otro. El ser alguien que le otorga respuesta.
La amistad presupone una orientación básica que
privilegia a los seres humanos sobre las cosas, a la riqueza afectiva sobre lo
mecánico, los números ,las rutinas, una amistad que implica cuidado, atención a
las necesidades del otro, respeto a su identidad.
Este cuidado presupone apertura a lo misterioso. Y a
lo concreto, a la sed y a la poesía, a desenvolverse en los viajes y a
intuir en qué está el otro.
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