Multiversidad sin Fronteras 31
Esperanza 6
María Zambrano 4
(Continuación)
Cuando vacila la esperanza y se detiene,
cuando se encrespa y se confunde, estamos en una crisis que dura mientras la
esperanza anda errante, mientras los hombres no se entre sí acerca de aquello
que esperan, y entonces tampoco se entienden consigo mismos.
Mas, ¿por qué vacila la esperanza? ¿O
acaso es que en los momentos de crisis ha huido o ha disminuido? La ardiente
desesperación más bien muestra lo contrario; más bien diríamos que hay un
ensanchamiento de la esperanza, o una esperanza nueva que envuelta y
confundida, tímidamente aflora. Una esperanza nueva, una fase nueva de nuestras
esperanzas, que puede aparecer confundida con el delirio, con la insensatez,
con el absurdo.
Son los momentos en que la esperanza
cobra mayor anchura, y sin embargo, no tiene donde fijarse. Momento de
creencias sin credo, de fe desasida y esperanza errante. El hombre es en ellos
más que nunca un ser sin asilo, un refugiado errabundo.
Están en crisis la esperanza y la
objetividad; también la Filosofía y la Religión. Porque Filosofía y Religión se
vienen disputando la realización de las esperanzas humanas. La Filosofía ha sido tradicionalmente
razón, el intento de hacer el mundo habitable, rebajando de las esperanzas
humanas su delirio, para lograr en cambio aquello que es posible: “la
posibilidad” de que tanto habla la Filosofía, en la que quizá tenga su íntimo
sentido. Filosofía es, ha sido más que nada, “entrar en razón”, como lo
entiende el pueblo, al menos el pueblo español que entiende por Filosofía lo
que llega después de la ilusión desenfrenada, la medicina amarga y saludable.
Filosofía medicinal, que no es siempre
la Filosofía, pues hay otra, que lejos de querer moderar la esperanza, ha sido
su depositaria en algún momento. Tratándose de Grecia, la ha sometido siempre a
razón; tal Platón y Plotino. Filosofía salvadora de la esperanza, de salvar el
mundo por la justificación de las apariencias, y de engendrar por entero al
hombre en la inmortalidad del alma.
La Religión, es verdad, ha sido la
tradicional depositaria de las esperanzas humanas, de las más imprescindibles,
es decir, de las más verdaderas y entrañables. Pero así como hay Filosofías que
han querido realizar por la razón el delirio, también hay religiones que han
tomado a su cargo desengañar al hombre, imbuirle resignación, adormirle en su
desesperación. Y es que Filosofía y Religión no se distinguen del todo, por ser
la una depositaria de la esperanza y la otra su amargo despertar. Siempre en
verdad habrá entre ella este matiz, especialmente si se toman algunas de sus
especies extremas, tal como Filosofía estoica y Religión cristiana. Porque hay
algo previo, que ya dijimos: el querer desnacer o el querer renacer. Hay
religión del desnacer y el renacer. Hay una Filosofía del renacer, dudamos que
la haya del desnacimiento. Lo que las separa es el cómo, la manera como acogen
la esperanza y prometen cumplirla. Y este cómo es lo más grave, tan grave, que
ciertas esperanzas, las más entrañables y verdaderas, han podido por ello,
quedar al margen de la Filosofía.
Porque la historia de la criatura humana
partiendo del horror del nacimiento es una lucha entre el desengaño y la
esperanza, entre realidades posibles y ensueños imposibles, entre medida y
delirio. Pero a veces, es la razón la que delira.
Cuando se llega a la embriaguez del
delirio se hace necesario despertar, volver a despertar. El despertar de la
filosofía fue primera “entrar en razón”: Mas, cuando la razón se ha embriagado,
el despertar es “entrar en realidad”; tal vez sea por el momento hacer memoria,
hacer historia, recoger de las tribulaciones, la experiencia».
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