Patricio Alarcón Carvacho
VIDAFILIA (1)
“La historia ilustra tres grandes paradigmas
evolutivos del conocimiento: la teocéntrica, la antropocéntrica y la
biocéntrica, los que surgen en forma gradual y solapadamente entre sí[1].”
La vidafilia, es una pulsión natural e
integrativa de amor a la vida, es la
energía o sentido primordial que explica el tropismo positivo y negativo de las
plantas, la energía del sol, la inteligencia de las células, la epigénesis, la
hologramatidad, las estaciones del año,
la fotosíntesis, las olas del mar, la rotación de la tierra, el amor, la
voluntad, el valor de todo lo que fue, es y será.
Se nace vidafílico, la existencia depende
de esta fuerza originaria, fácilmente visibles en la infancia ontogenética y
filogenética, en la sabiduría redonda y exacta de los niños, que en cada gesto
y en cada paso expresan vida y en la sabiduría de los pueblos originarios
naturalmente matrísticos, ecosistémicos y bioenamorados.
Algo corrompe este fluir cristalino y
dinámico en dirección a la vida, tanto a nivel ontogenético como filogenético,
de pronto surge una educación y una cultura eminentemente tanática; de la
negación de la vida, de la felicidad y la salud. Al parecer esto sucede,
entre otras explicaciones, cuando se descubren los pseudopoderes[2]
que se pueden adquirir mediante múltiples estrategias, como: la dicotomía, la
fragmentación, la exclusión, la escisión, el sometimiento y la negación del
otro.
Demasiado pronto se descubrió que el modo de
trasgredir la dirección natural del existir hacia la vida, era reduciendo
también con diversos medios, la libertad y con ello el sentido vidafílico del
planeta. Se cortaron y desviaron los ríos, se sometieron a los otros de todas
las especies, se cultivó el miedo a la libertad y al prójimo, dando inicio a la “agonía del eros[3]”
y a la pérdida del vivir con sentido y
con coherencia óntica.
La vidafilia es la puerta abierta hacia la
salud y la felicidad, la más leve disminución en el amor a la vida, podría
atorarla o cerrarla para siempre.
La muerte sólo es ausencia necesaria de no
vida, toda muerte que derive en vida sólo es más vida. Si el grano de trigo no
muere no hay trigo, necesitamos abandonar la materia de nuestro cuerpo para que
otros cuerpos puedan surgir. Suicidios colectivos de animales buscan la vida
que conlleva el equilibrio ecológico que su acto genera.
Por eso debe distinguirse entre no-vida y
muerte. La muerte, aunque nos cueste mucho entenderlo, por nuestra ceguera
hologramática siempre es más vida. En definitiva “No aprendemos a vivir hasta
que no comprendemos que la muerte es parte de la vida…Perder el miedo a la
muerte es también perder el miedo al vivir[4]”.
Sin esta doble dialéctica, dialógica e integrativa entre vida y muerte, ninguna
de ellas estará completa y por tanto nunca podrá ser validada, comprendida, he
incorporada plenamente al existir. “La muerte es parte de la vida así como la
sombre es parte de la luz[5]”
Sólo se puede llamar “no-vida”, a aquello que
en alguna medida, por pequeña que sea se mueve en dirección contraria a la
vida. Al respecto se podría hacer un listado muy extenso de no-vidas cotidianas
y personales y de no-vidas sociales y planetarias. ¿Se puede existir no-vivo?,
¿Se puede ser un vivo-muerto?, muchos notables pensadores como Platón,
Confucio, Montaigne, Sartre, Langle, Frankl, entre muchos otros, nos han
enfrentado a esa duda.
Muerte-vida es posiblemente el “no-dos”,
más distanciado, escindido y polarizado. Se asocian con sombra y luz, con
tristeza y alegría, con la noche y el día, con lo oscuro y lo luminoso. Sin
embargo, todas mis palabras nacen y mueren cada día, para que mañana broten
otras nuevas, todas las personas con las que interactúo en cada instante de mi
vida, dejan de ser y nacen nuevamente para mantener intacta mi capacidad de
asombro. El día muere con la noche y nace en cada aurora y dejaría de ser día o
estaría incompleto si le falta uno de sus partes, las células mueren y nacen en
mi cuerpo para mantenerme vivo.
Lo más parecido a la “no-vida”, es el abandono u olvido a nuestra vidafilia
natural. Ingreso a la “no-vida”, cada vez que niego mi ser y/o mi existencia,
cada vez que niego el ser y la existencia del otro y de lo otro. Cada vez que
olvido mi tarea diaria de hacerme más feliz y más sano en la simultaneidad hologramática de hacer más feliz y más sano a los otros y lo otro.
“Muere quién se transforma en esclavo de sus
hábitos… quien no confía, quien no lo intenta, quien no ama[6]”.
Lo que es equivalente a decir, que se
aleja de la vidafilia o se acerca a la “no-vida”, quien desnaturaliza o
renuncia a su capacidad interior, para ser, para amar, para
el bien, para la verdad, para la belleza y para la unidad.
La mejor escuela para aprender la
vidafilia, es la naturaleza, es nuestro cuerpo, los niños aún libres en la
expresión total de su infancia, la “poesía de la vida[7]”
experimentada en el encuentro con otro u otros sólo para el goce coexistencial
de su presencia, el amor nutritivo donde la mirada, la voz, el silencio, la
piel, el corazón, le mente y el alma, son instrumentos de precisión para
fortalecer la mismidad y la otredad, en perfección plena del “presente vivo[8]”.
Tal vez un modo de comenzar a instalar la
vidafilia, como el tema más importante en la salud y la educación y en todas
las ciencias habidas y por haber, es regar estas páginas de interrogantes, como
diminutos perturbadores, como el sonido inicial de un despertador
epistemológico, o como sutiles tirones a la venda de la “inteligencia ciega”,
que al no permitirnos ver la recursión, la doble dialéctica y la
hologramatidad, no otorga una “ceguera” que
nos convierte en buenos “consumistas compulsivos” de no-vida, y en
consecuencia en habitantes planetarios funcionales perfectos para los sistemas de
control e influencia social que se “enriquecen[9]”, con la enfermedad, la muerte y todos sus
activadores: la desconfianza, el desamor,
la competencia, el sometimiento, la tristeza, la depresión, el estrés,
el miedo, el odio, en una frase de la negación o expulsión del otro.
Una de las estrategias más utilizadas,
para instar un estilo de vida paradojal, que es buscar la vida en la “no-vida”
y ver en la vida la no-vida y sus
diversas expresiones, está en potenciar la percepción y conexión brumosa
afectivo-sociocultural-ético-espiritual, logrando una confusión temprana y
generalizada, entre amor y pseudoamor, entre felicidad y pseudofelicidad,
entre alegría y pseudoalegría, entre
salud y pseudosalud.
Con la esperanza de que el curriculum de
los colegios y la universidades se llenen de asignaturas y cátedras sobre la
vidafilia, y que aprendamos a tener o recuperar el biocentrismo o
biofilia, la la utenticidad e intimidad
óntica, la inteligencia de las células,
la sabiduría de los bosques y de las estrellas,
[1]
Ludwig Schmidt.
[2]
Se le agregó el prefijo pseudo,
porque paradojalmente debilita no sólo a aquellos en quienes se ejerce dicho
poder, sino que fundamentalmente a quien
lo ejerce.
[3]
Byung Chul-Han
[4]
Paloma Cabadas
[5]
Alejandro Jodorowsky
[6]
Martha Madeiros
[7]
Edgard Morin
[8]
Edmund Husserl
[9]
Va entre comillas porque en este caso es sinónimo de empobrecen; a lo menos
ética y espiritualmente
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