21 de
Marzo del 2017
Elogio del Asombro 6
Por
múltiples conductos buscamos la magia, el salir de lo condicionado, el espacio
gratuito no sujeto a las “constantes” de la realidad. Lo buscamos porque lo
tenemos. Si nos abrimos al asombro. emergen las preguntas trascendentes, las
que trascienden nuestro contexto de lo “real”.
En la
primero adolescencia, entre los tres y cinco años, afloran. espontáneas, las
preguntas de los niños: qué pasó antes del antes, de antes….
La
interrogante sobre el origen. La madre de todos las preguntas. La de Leibnitz y
Heidegger, por qué hay ser y no más bien nada. Con todos los matices, las
especificaciones posibles. No importan las palabras. Se trata de por qué somos,
por qué hay existencia. Son el desgarro inicial. La señal de nuestra
inconsistencia ontológica. La expresión de la relatividad de nuestro existir.
El sitio de gravitación axial de nuestra finitud. La fuente de nuestra añoranza
de absoluto, de consistencia ontológica, de una otredad protectora.
En
nuestra problemática existencial subyace una fuente de desasosiego, de
subversión y de angustia. La pregunta es el reverso, el antídoto, la respuesta
al poder. El homo habilis reprimió la inquietud metafísica. Los medios para
ello son más invisibles y complejos que los descubiertos sobre sexualidad y la
agresividad.
No hubo,
por supuesto, una conjura, una política explícita, deliberada. En la marcha
evolutiva predominó el homo habilis, en base a dos grandes medios culturales de
des-activar las preguntas existenciales, la inquietud metafísica, la zozobra
ontológica. Por una parte, la pregunta, la duda, la vivencia de misterio, ha
sido “hibernada” en relatos edificantes, coagulada en dogmas. En casos
extremos, la in-quietud fundante es amortajada en el rigor mortis del fundamentalismo.
Ese es el primer gran satisfactor, pobre satisfactor, de la búsqueda de alivio
para la angustia de la pregunta, del quiebre con la realidad ordenada a partir
del asombro.
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