La sombra 8
El narcisimo.
Na mirada desde las fábulas
Una fábula
clásica.
El león y el
asno se van de caza Las versiones de Esopo y de Samaniego y la percepción de
Hartzenbusch.
Esopo
El León y el Asno
Cierto día un
famélico león tuvo el capricho de cazar en compañía de un asno a quien ordenó:
—Te
esconderás en la selva y rebuznarás fuerte.
El
Rey de la Selva examinó el panorama y añadió:
—Yo
me colocaré en aquel boquete de salida. Cuando los animales, asustados de tu
estrépito, pretendan huir, los iré cazando uno tras otro.
El ardid surtió sus
propósitos y, cuando el león se hubo hartado de carne, dispuso que el burro
saliera de su escondrijo.
—¿Qué
tal lo hice, majestad? —preguntó con disimulado orgullo el orejudo borrico.
—No pudiste hacerlo
mejor—respondió el león—, pues yo mismo hubiera tenido espanto de no saber que
eras un pobre asno
El
asno y el León Cazando
Samaniego
Su majestad leonesa en compañía
De un Borrico se sale a montería.
En la parte al intento acomodada,
Formando el mismo León una enramada,
Mandó al Asno que en ella se ocultase
Y que de tiempo en tiempo rebuznase,
Como trompa de caza en el ojeo.
Logró el Rey su deseo,
Pues apenas se vio bien apostado,
Cuando al son del rebuzno destemplado,
Que los montes y valles repetían,
A su selvoso albergue se volvían
Precipitadamente
Las fieras enemigas juntamente,
Y en su cobarde huida,
En las garras del León pierden la vida.
Cuando el Asno se halló con los despojos
De devoradas fieras a sus ojos,
Dijo: «Pardiez, si llego más temprano,
A ningún muerto dejo hueso sano.»
A tal fanfarronada
Soltó el Rey una grande carcajada;
Y es que jamás convino
Hacer del andaluz al vizcaíno.
De un Borrico se sale a montería.
En la parte al intento acomodada,
Formando el mismo León una enramada,
Mandó al Asno que en ella se ocultase
Y que de tiempo en tiempo rebuznase,
Como trompa de caza en el ojeo.
Logró el Rey su deseo,
Pues apenas se vio bien apostado,
Cuando al son del rebuzno destemplado,
Que los montes y valles repetían,
A su selvoso albergue se volvían
Precipitadamente
Las fieras enemigas juntamente,
Y en su cobarde huida,
En las garras del León pierden la vida.
Cuando el Asno se halló con los despojos
De devoradas fieras a sus ojos,
Dijo: «Pardiez, si llego más temprano,
A ningún muerto dejo hueso sano.»
A tal fanfarronada
Soltó el Rey una grande carcajada;
Y es que jamás convino
Hacer del andaluz al vizcaíno.
Interviene
HARTZENBUSCH
Al buen Esopo díjole un borrico:
"Por quien soy te suplico,
si en algún cuentecillo me introduces,
que pongas, como debes, en mi labio,
cordura, discreción, lenguaje sabio."
Esopo respondió: "Yo bien podría
fingirte bestia de talento y luces;
pero al ver el solemne desatino,
todo el mundo a una voz nos llamaría,
el filósofo a ti, y a mí el pollino."
Es alabar a un necio
locura digna de común desprecio.
"Por quien soy te suplico,
si en algún cuentecillo me introduces,
que pongas, como debes, en mi labio,
cordura, discreción, lenguaje sabio."
Esopo respondió: "Yo bien podría
fingirte bestia de talento y luces;
pero al ver el solemne desatino,
todo el mundo a una voz nos llamaría,
el filósofo a ti, y a mí el pollino."
Es alabar a un necio
locura digna de común desprecio.
¿Cómo
anda la” narcisemia” de cada protagonista?
No hay comentarios:
Publicar un comentario