Para
Fábulas y Para Mitos 21
HACIA EL
COLECTIVO
Cómo se
sale de la Torre de Babel.
Pésimo momento para la construcción. Colocaban mal
los ladrillos y éstos se agredían entre si. Las ventanas emergentes no
cuadraban, constreñidas, mostrando intimidades. Los martillos se bloqueaban, ya
no entendían el código dé las manos. En verdad, no se comprendía casi nada.
Sólo que llegaban tarde. Faltaban. Surgían palabras absolutamente nuevas para
nombrar a los ausentes. Cundía un humor torvo en que se olvidaba el código del
enjalbegado y, en sacrilegio inocuo, cada
rincón adquiría una lengua propia.
A esas alturas, fue perentorio interrumpir la
construcción de la torre, sin parar mientes en la reacción estupefacta de la
atmósfera.
Se hizo un silencio tan lleno que las confusiones
quedaron suspendidas, atónitas, en vilo, sin atener al más mínimo movimiento.
En forma
paralela, como un suceso sencillo con bi ubicación, apareció un alivio gigante,
la gran distensión. Se lo comparó con lo
que suele sentir un río perdido cuando, en forma súbita, recuerda su cauce. Un
relajarse desde el tuétano a la piel.
Sumados,
silencio y alivio, trajeron, juntos, la búsqueda. Fueron tras la cascada
inicial.¿De dónde había brotado ese aluvión turbio desatando el huracán de los
decires sin sentido? ¿Cómo explicar este sismo en las lenguas y los códigos?
¿Fue ruptura de gajos finos ocasionado por el uso de
materiales amargos? ¿Se olvidó cosechar en la madurez de los manantiales
decisivos? ¿Hubo sórdida celada de
enemigos de la torre?
Buscando, se
llegó al amanecer tierno, balbuceante. Lo que entonces se vivió se comparó con
los momentos jubilosos en que los ríos se ponen de pie, saltando frenéticos
sobre el lecho, como si fueran niños. Así estaban al decidir reanudar el
trabajo, constituyéndose ellos mismos.
Ellos mismos, fraternos.
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