Para Fábulas y Para Mitos
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Recordando “El
parto de los montes”.
EL PARTO DE ELLA MISMA
La montaña empezó a sentir contracciones
íntimas. Al principio, distanciadas, confusas, opacas. Luego, cada vez más
cercanas, más nítidas, más brillantes hasta tomar en ritmo encantador… Uno,
dos, tres y la pausa amable, entera, comprensiva.
¿Recuerdas? La querían ayudar, palpándole la
nieve, aquellos valles, las mesetas conocidas. Era tiempo de parto, aunque el
sol se distraía y las amapolas enrojecían como siempre.
Urgencia en el respirar. Aquel sonido
anhelante. El llamado de las entrañas se hacia presente creciendo, tibio, vivo.
Entonces,
el tiempo se ensanchó y, relajándose, la montaña nació de nuevo, mientras, como
un ratoncillo gris, se alejaban los años gastados.
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