Lo cotidiano y lo Universal 61
El amor
Una visión
integradora
El Profeta
de Khalil Gibrán
Entramos al tema
que seguramente más interesa desde lo cotidiano, desde lo universal, desde la apertura a integrar lo cotidiano y lo universal,
desde la búsqueda del encuentro de
lo poético y lo prosaico.
Integrando la poesía, la espiritualidad y la filosofía,
Khalil Gibran entrega una visión que
facilita la asociación de lo cotidiano con lo
universal
Fragmentos de El
Profeta
El Amor:
« Cuando el amor os llame, seguidlo.
Y cuando su camino sea duro y difícil,
y cuando sus alas os envuelvan, entregaos.
Aunque la espada entre ellas escondida os
hiera.
Y cuando os hable, creed en él. Aunque su
voz destroce nuestros sueños tal como el viento norte devasta los jardines.
Porque, así como el amor os corona así os
crucifica.
Así como os acrece, así os poda.
Así como asciende a lo más alto y acaricia
vuestras más tiernas ramas, que se estremecen bajo el sol, así descenderá hasta
vuestras raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra.
Como trigo en gavillas él os une a
vosotros mismos.
Os desgarra para desnudaros.
Os cierne, para libraros de vuestras
coberturas.
Os pulveriza hasta volveros blancos.
Os amasa, hasta que estéis flexibles y
dóciles.
Y os asigna luego a su fuego sagrado para
que podáis convertiros en sagrado pan para la fiesta sagrada de Dios.
Todo esto hará el amor en vosotros para
que podáis conocer los secretos de vuestro corazón y convertiros, por ese
conocimiento, en un fragmento del corazón de la Vida.
Pero si, en vuestro miedo, buscáis
solamente la paz y el placer del amor, entonces, es mejor que cubráis vuestra
desnudez y os alejéis de sus umbrales, hacia un mundo sin primaveras donde
reiréis, pero no con toda vuestra risa, y lloraréis, pero no con todas vuestras
lágrimas.
El amor no da más a sí mismo, no toma nada
más que de sí mismo.
El amor no posee ni es poseído.
Porque el amor es suficiente para el amor.
Cuando améis no debés decir: “Dios está en
mi corazón”, sino más bien: “Yo estoy en el corazón de Dios”.
Y pensad que no podéis dirigir el curso
del amor porque él, si os encuentra dignos, dirigirá vuestro curso.
El amor no tiene otro deseo que el de
realizarse.
Pero, si amáis y debe la necesidad tener
deseos, que vuestros deseos sean éstos:
Fundirse y ser como un arroyo que canta su
melodía a la noche.
Saber del dolor de la demasiada ternura.
Ser herido por nuestro propio conocimiento
del amor.
Y sangrar voluntaria y alegremente.
Despertarse al amanecer con un alado
corazón y dar gracias por otro día de amor.
Descansar al mediodía y meditar el éxtasis
de amar.
Volver al hogar con gratitud en el
atardecer.
Y dormir con una plegaria por el amado en
el corazón y una canción de alabanza en los labios.”
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