Lo Cotidiano y lo Universal 54
La poesía, dimensión de la vida donde es dable
esperar el encuentro de lo cotidiano y lo universal
La percepción
de una poeta
Un texto interesante para conversar en grupo:
El poeta y su mundo
Wislawa Szymborska
Discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura 1996
(segunda parte )
No hay mucha gente semejante a los poetas. La mayoría de la
población mundial trabaja para sobrevivir. Trabajan porque tienen que hacerlo.
Ellos no eligieron tal o cual trabajo, las circunstancias las eligieron por
ellos.
Trabajo sin amor, trabajo aburrido, trabajo valioso solo
porque otros no lo tienen. Aunque sin amor y aburrido, esta es una de las más
duras miserias humanas. Y no hay signos de que en los próximos siglos mejorarán
las condiciones del presente.
Aunque les quito a los poetas el monopolio de la
inspiración, los ubico en el selecto grupo de los afortunados.
Aquí es donde pueden despertarse las dudas en el auditorio.
Toda clase de torturadores, dictadores, fanáticos y demagogos pelean por el
poder vía ‘slogans’ altisonantes y también disfrutan de sus deberes con fervor
creativo. Sí, ‘saben’. Saben y todo lo que saben es suficiente para ellos por
siempre. No desean averiguar nada más porque podría debilitar la fuerza de sus
argumentos. Y toda ciencia que no saca a la luz preguntas nuevas, pronto se
convierte en ciencia muerta, pierde la temperatura apropiada para la vida. En
los casos extremos, casos bien conocidos desde la historia antigua y moderna,
aún supone una amenaza letal contra la sociedad.
Esta es la razón por la cual valoro esta frase: “No sé”. Es
pequeña, pero vuela sobre alas poderosas. Expande nuestras vidas para incluir
los espacios dentro de nosotros, además de esas expansiones externas en que
nuestro pequeño planeta está suspendido.
Si Isaac Newton nunca hubiese dicho “no sé”, la manzana en
su pequeño huerto habría caído al suelo como granizo y en el mejor de los casos
la habría recogido y engullido con entusiasmo.
Si mi compatriota Marie Sklodowska-Curie nunca se hubiera
dicho “no sé”, lo más probable es que ella habría terminado enseñando química
en alguna universidad privada para jovencitas de buenas familias y habría
terminado sus días realizando, por lo demás, este respetable trabajo.
Pero ella continuó diciendo “no sé”. Y esas palabras la
encaminaron, no una sino dos veces a Estocolmo, donde los espíritus inquietos y
cuestionadores son ocasionalmente galardonados con el Premio Nobel.
Un poeta, si es un verdadero poeta, debe repetirse también:
“yo no sé”. En cada nuevo poema él trata de contestar, pero a cada punto final
una nueva duda lo invade, una nueva pregunta, y la convicción de que se trata
una vez más de una respuesta provisional e insuficiente. Entonces él vuelve a
empezar una vez más, hasta que un día los doctores en letras ponen en un enorme
clip todas las pruebas de su insatisfacción y le llaman “su obra”.
A veces sueño con situaciones imposibles, imagino por
ejemplo, en mi insolencia, que tengo la ocasión de hablar con Eclesiastés, el
autor del lamento más conmovedor por la vanidad de todas las acciones del
hombre. Haría una reverencia profunda ante él, ya que para mí es uno de los
poetas más importantes, y lo tomo de la mano. “Nada nuevo bajo el sol”, dijiste
Eclesiastés, sin embargo tú has nacido nuevo bajo el sol. Y el poema escrito
por ti es nuevo bajo el sol ya que antes de ti nadie lo había escrito. Y nuevos
bajo el sol son todos tus lectores ya que ¿podrían ellos haberlo leído antes
que tú? De la misma manera, el cedro a la sombra de la cual estás sentado no
crece desde el alba del universo. Él fue engendrado por otro cedro parecido al
tuyo, pero no el mismo. Y me gustaría preguntarte, ¿sientes deseos de escribir
algo nuevo bajo el sol?, ¿algo que completara tus reflexiones?, o bien,
¿tendrías deseos, a pesar de todo, de refutar algunas? En tu gran poema no has
olvidado la felicidad ¡qué importancia, en el fondo, que ella sea pasajera! ¿Y
si en tu próximo poema, nuevo bajo el sol, le fuera consagrada?, ¿ya has tomado
las primeras notas, hecho los primeros borradores? No puedes decirme ahora
"ya lo he dicho todo, no tengo nada más de qué hablar". Ningún poeta
en el mundo puede decir algo así, y menos aún tú, grande como eres.
Porque el mundo, pensemos lo que pensemos, pasmados por su
inmensidad y por el espectáculo de nuestra impotencia, llenos de amargura
frente a una indiferencia en relación con aquellos que sufren, humanos,
animales, plantas tal vez (porque quién puede garantizarnos que ellos no
sufren); pensemos lo que pensemos de esos espacios infinitos atravesados por el
esplendor de las estrellas alrededor de las cuales descubrimos hoy nuevos
planetas; y a pesar de lo que podamos decir de este inconmensurable teatro al
cual nos dan una entrada que es válida por un tiempo tan efímero; a pesar de
todo lo que podamos pensar, este mundo nos es asombroso.
Sin embargo en esta palabra, asombroso, una trampa lógica
nos acecha. Nos asombramos de las cosas que se apartan de una norma conocida y
generalmente aceptada, y a la cual estamos acostumbrados. Pero no existe ningún
mundo normal y evidente. Nuestro asombro es autónomo y no procede de ninguna
comparación.
De acuerdo a nuestro lenguaje ordinario que no se pregunta
sobre cada palabra empleada, nosotros decimos “vida ordinaria”, “mundo
ordinario”, “orden normal de las cosas”. Pero en el lenguaje de la poesía,
donde cada palabra es cuidadosamente empleada, nada nunca es ordinario ni
normal. Ni una piedra, ni una nube. Ni un día, ni una noche. Y sobre todo
ninguna minúscula existencia en este mundo.
Todo indica que los poetas tendrán siempre muchísimo
trabajo.
Traducción: Antonio Salinas y Justyna Ziardowska (El
Extramundi N° XI, 1997)
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