viernes, 26 de diciembre de 2014

Escribe Moira Brnsic


Escribe Moira Brnsic

EL ARTE DE VIVIR

Moira Brnčić Isaza

22 Noviembre 2014
Lo que escribiré esta noche, pido al lector no lo considere un acto de arrogancia  sino de humildad pues el arte de vivir es muy personal y no quisiera darle lecciones a nadie. Pienso que cada uno tiene una experiencia trascendente respecto a este tema, y muy respetable por cierto.
El 25 de julio en 2011 murió mi madre muy temprano por la  mañana. A las cuatro de la tarde falleció el padre de mi hija. No puedo dejar de pensar que de pronto una época entera  se disolvía en la invisibilidad de lo desconocido y que nuestras revoluciones, la mía personal y las sociales desde que fui dirigente estudiantil  además del sufrimiento de la dictadura, quedaba sin dos protagonistas claves en mi vida. Ya había padecido en 1973, la de mi padre. Sin duda que el 25 de julio era una fecha de coincidencias desde ser el cumpleaños de nuestro papá que cayó abatido por los golpes en la cabeza de soldados emplazados en el Pedagógico y el matrimonio de mi hija que lo escogió como fecha emblemática en honor a su abuelo muchos años más tarde.
Recuerdo que, con profundo dolor, pude reinterpretar los mensajes de mi madre en pleno responso brindándonos risas y asombro a la concurrencia. La  muerte es parte de  nuestra vida y la había conocido a muy temprana edad, no es vetusta, ni engolada, es. A mi mamá, el día de su funeral se le había ocurrido, muy graciosa, con toda tu simpatía y carácter cuando el sacerdote le hacía el responso, apagar y encender las luces de la capilla del Cementerio General durante unos minutos para poner después en acoplamiento, los micrófonos de tal forma que las voces se diluían y volvían dejándonos a todos con la boca abierta sin poder escuchar nada. La concurrencia que no esperaba que esto pasara, entre las luces y sombras se quedó en silencio, luego comenzó a reír y todos dijimos de acuerdo: "¡Es la Gaby!" oración y clamor que resonó en la capilla, más los comentarios: "Sólo a ella se le puede ocurrir, con su personalidad, abrirnos el paso a una dimensión con el guiño de la muerte, para que no le temamos". Le di las gracias por ello y por su vida a nuestro lado.
Las existencias no están exentas de confrontaciones aunque nos amemos mucho ni de sufrimientos compartidos con nobleza, o sorpresas, misterios y asombros. Esto lo aprendí muy pequeña, a los cuatro años donde el resultado fue querer compartir con el otro sus vicisitudes como mis cosas. Aprendí a escuchar y observar, tengo recuerdos preciosos de esa época. Siempre rescaté durante toda la vida los recuerdos maravillados, los eventos de comprensión mutua, las alegrías y risas de la convivencia, la creatividad familiar, colectiva y la mía propia con la que descubría mundos. Al mismo tiempo pruebas familiares desgarradoras.
Ratos difíciles, dolores, penas y sinsabores, fuera de enfrentarlos a su debido tiempo para superarlos respetando el proceso de vivirlos, no me han atrapado en su negatividad. Tengo una visión surrealista de ellos mientras busco soluciones creativas lo que me ha hecho sanamente, ver otra dimensión de las circunstancias vitales que está oculta tras pena, risa y sonrisa.

Además me gusta percibir el proceso en que estamos inmersos, los esfuerzos por cambiar, la sensibilidad que está en juego en él y la valentía con que los seres humanos buscan superar sus problemáticas vitales. El proceso trae consigo un aprendizaje inmenso. Y sin duda, cuando estamos conscientes de su transcurrir los resultados son felices.
Ahora que puedo morir en cualquier momento por Mielodisplasia, debido a plaquetas que bajan su producción así como los glóbulos rojos y blancos en la médula, he hecho un trato con ella muy tierno: conversar todos los días con sus células. Quizás esa sea la razón de estar aquí todavía sobrepasando la estadística  y acompañando a mi familia, amigos y amigas. Aunque ellos me acompañan más bien. La enfermedad idiopática me obliga a transfundirme dos veces a la semana, me provoca infecciones sucesivas muy complejas que me llevan a hospitalizarme diez, quince días y me provocan anemia. Tengo la esperanza con el nuevo medicamento experimental revertir esta situación, pero éste cuesta muy caro: $634.990, dura quince días y por ello vendo mis libros para reunir los fondos pertinentes. Para quien desee ayudarme puede escribirme a campanarioazul@yahoo.es.
He sido terapeuta junguiano y gestáltico por más de 40 años y educadora. Me siento bien de haber compartido tanto con infinidad de personas diferentes, plena de vínculos y cariños múltiples. Siento, aunque no pueda caminar como antes, - lo hago muy lentamente recién hace dos días-  mis piernas correr por ayudar al prójimo en su soledad, en su confusión, en su desdicha. Paso cada dos días por el Hospital “Alejandro del Río”, más conocido como la Posta Central en avenida Portugal y veo a diez o doce entre mujeres y hombres, de  diferentes edades, durmiendo en la vereda a veces levantándose, lavándose en la calle y me bajaría  a arreglar esto mientras voy hacia el Banco de Sangre de la Universidad Católica donde tienen que transfundirme. Entonces me digo, “si esas ganas de ayudar las tienes todavía es que estás viva”.
La muerte nos convierte, en el imaginario colectivo, en una contradicción. “No soy ninguna “santa” y espero no serlo después. Durante estos últimos meses he estado a punto de partir 3 veces, la última fue una baja de plaquetas que me produjo un moretón en el tronco encefálico, pero como estamos hablando del ARTE DE VIVIR, regresé a compartir las cosas buenas que tiene la vida para enseñar: La Amistad y el Amor, el circuito de Cuidados que debemos éticamente, generar para ellos.
Morir parece fácil, aparentemente. Vivir y  Morir es complejo. Ambos conceptos son unidad. Se nos reclama haber adquirido sabiduría para ello. Una tarea que nos demanda tolerancia. Trabajo. Desapego.

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