El Arte de Vivir 30
Se vives soñando, anticipando,
recordando, creando, sintiendo,,,cotidianamente.
Falleció
un gran pensador de la vida cotidiana, un amigo de la sabiduría, un
auténtico educador, un gran ciudadano, Humberto Gianini.
Su obra es un gran aporte ala reflexión al
diálogo sobre el Arte de Vivir.
Va una modesta muestra en este prólogo a la Ética de la Proximidad, que
veremos en dos notas..
E T I C
A DE L A P R O X I M I D A D .
Humberto
Giannini
PROLOGO A MODO DE PROPUESTA. (1)
Es mi
deseo contribuir a este Encuentro sobre Educación ( 1 )
con una propuesta
en el
ámbito de la ética, de la moralia minima, a la que nos han acostumbrado
los
tiempos.
De
todos modos, una propuesta ética
no tiene que ver sólo con decisiones que
habría
que tomar a fin de asumir
determinados ‘valores’ para convertirnos en tales
o
cuales sujetos éticos. Eso sería una mera preceptiva. Una propuesta ética tiene
que
ver, ante todo, con lo que somos y con lo que, a partir de esa constatación
fundamental,
podemos esperar de nosotros. En tal sentido está bosquejado este
trabajo
preliminar.
Lo que
intento bosquejar ahora es una ética de la proximidad, tema que ofrecerá
serias
y odiosas dificultades desde la partida; se podría agregar, justamente a causa
de esa
proximidad .
¿Por
qué, ética de la proximidad? La primera pregunta que habría que hacerse.
Se ha
insistido –y pienso que con razón-
que todo saber teórico versa sobre, y
aspira
a, establecer estructuras y leyes
generales (no locales ni próximas). En el
lenguaje
aristotélico; que todo saber riguroso es saber de lo universal.
Ahora,
para la ética, sería más grave que para ningún otra ciencia, fallar en esta
exigencia de la universalización de sus preceptos
(“No hagas a otro lo que no
deseas
que te hagan a ti”). Y así pareciera que que mientras más universalmente
puede
exigir o aplicar un valor ético o una norma, tanta más garantía dará de su
rigor y
cientificidad. Sin embargo, tal
universalización sólo será posible
cuando
la
ética llegue a saber qué rasgos,
qué características ideales cabe reconocer y
exigir
en cada ser humano. Es condición ineludible saber quienes somos para
llegar
a saber lo que somos (Píndaro).
Alcanzar
la plena humanidad parece ser el ideal, el punto asintótico al que
debieran
tender los individuos reales, existentes, así como la circunferencia
geométrica
representa el objeto ideal (en el fondo, no existente) al que tiende
cualquier
figura hecha en el papel.
Sin
embargo, parece igualmente cierto
que los hombres pertenecemos a una
humanidad
viviente, a una humanidad que no es en absoluto un ideal al que se
tiende,
pero tampoco la mera suma de los habitantes actuales del planeta tierra. Ni
un mero
nombre ni una mera cantidad.
El
hecho es que no decimos ‘pertenecer’ a ella simplemente por encontrarnos
siendo
semejantes. Por el contrario, puede afirmarse que somos semejantes
por
provenir
cada uno de nosotros de esta humanidad histórica que respalda nuestro
ser.
Todo
esto es un misterio: el individuo adviene a la existencia, al mundo común, a
causa
de una infinidad de iniciativas, decisiones, caprichos, encuentros y desencuen-
tros que vienen ocurriendo en la vida de
la humanidad (nuestros padres, nuestros
abuelos,
etc.). Y somos a tal punto azarosos que habría sido suficiente que, por
ejemplo, un lejano antepasado no hubiese
asistido a una cita amorosa para
que uno
de
nosotros no estuviera presente hoy en este Encuentro. Su posibilidad de ser
habría
fenecido
muchísimos siglos antes de llegar a la realidad.
Esta
observación elemental echa por tierra, al menos por lo que respecta a nuestra
humanidad,
la idea de que lo universal sea un simple concepto o, como piensan a
veces
los analistas lógicos, una clase o conjunto de elementos individuales que, por
tener
alguna característica semejante,
son puestos convencionalmente allí bajo un
mismo rótulo.
Echa
por tierra también la pretensión de autonomía y autosuficiencia del individuo
(Por
ejemplo, la pretensión tan renacentista de que cada cual es hijo de sus obras).
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