La Dimensión Poética de la Vida (16)
Alicia ,
Antonio y sus amigos en el País de Lo Poético
La
Integración reúne a los
visitantes junto al
mar y sugiere a Antonio que lea
este texto , de aporte al adentrarse en lo poético, diciéndole “tú tienes una relación especial con
autores poéticos franceses.”
Antonio reitera que hay algo esencial invisible a los ojos.
Saint John
Perse
Discurso al recibir el Premio Nobel (1988)
He aceptado para la poesía el homenaje que aquí
se le rinde, y tengo prisa por restituírselo.
La poesía no recibe honores a menudo. Pareciera
que la disociación entre la obra poética y la actividad de una sociedad
sometida a las servidumbres materiales fuera en aumento. Apartamiento aceptado,
pero no perseguido por el poeta, y que existiría también para el sabio si no
mediasen las aplicaciones práctica de la ciencia.
Pero ya se trate del sabio o del poeta, lo que
aquí pretende honrarse es el pensamiento desinteresado. Que aquí, por lo menos,
no sean ya considerados como hermanos enemigos. Pues ambos plantean idéntica
interrogante al borde de un común abismo; y sólo los modos de investigación
difieren.
Cuando consideramos el drama de la ciencia
moderna que descubre sus límites racionales hasta en lo absoluto matemático;
cuando vemos, en la física, que dos grandes doctrinas fundamentales plantean,
una, un principio general de relatividad, otra, un principio ‘cuántico’ de
incertidumbre y de indeterminismo que limitaría para siempre la exactitud misma
de las medidas físicas; cuando hemos oído que el más grande innovador
científico de este siglo, iniciador de la cosmología moderna y garante de la
más vasta síntesis intelectual en términos de ecuaciones, invocaba la intuición
para que socorriese a lo racional y proclamaba que ‘la imaginación es el
verdadero terreno de la germinación científica’, y hasta reclamaba para el
científico de los beneficios de una verdadera ‘visión artística’, ¿no tenemos
derecho a considerar que el instrumento poético es tan legítimo como el
instrumento lógico?
En verdad, toda creación del espíritu es, ante
todo, ‘poética’, en el sentido propio de la palabra. Y en la equivalencia de
las formas sensibles y espirituales, inicialmente se ejerce una misma función
para la empresa del sabio y para la del poeta. Entre el pensamiento discursivo
y la elipse poética ¿cuál de las dos va o viene de más lejos? Y de esa noche
original en que andan a tientas dos ciegos de nacimiento, el uno guiado con el
instrumental científico, el otro asistido solamente por las fulguraciones de la
intuición. ¿Cuál es el que sale a flote más pronto y más cargado de breve
fosforescencia? Poco importa la respuesta. El misterio es común. La gran
aventura del espíritu poético no es inferior en nada a las grandes entradas
dramáticas de la ciencia moderna. Algunos astrónomos ha podido perder el juicio
ante la teoría de un universo en expansión: no hay menos expansión en el
infinito moral del hombre: ese universo. Por lejos que la ciencia haga
retroceder sus fronteras, en toda la extensión del arco de esas fronteras se
oirá correr todavía la jauría cazadora del poeta. Pues si la poesía no es, como
se ha dicho, ‘lo real absoluto’, es por cierto la codicia más cercana y la más
cercana aprehensión en ese limite extremo de complicidad en que lo real en el
poema parece informarse a sí mismo.
Por el pensamiento analógico y simbólico, por la
iluminación lejana de la imagen mediadora y por el juego de sus
correspondencias, en miles de cadenas de reacciones y de asociaciones extrañas,
merced, finalmente, a un lenguaje al que se trasmite el movimiento mismo del
ser, el poeta se inviste de una superrealidad que no puede ser la de la
ciencia. ¿Puede existir en el hombre una dialéctica más sobrecogedora y que
comprometa más al hombre? Cuando los filósofos mismos abandonan el umbral
metafísico, acude al poeta para relevar al metafísico; y es entonces la poesía,
no la filosofía, la que se revela como la verdadera ‘hija del asombro’, según
la expresión del filósofo antiguo para quien la poesía fue asaz sospechosa.
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