La
Dimensión Poética de la Vida (12)
Alicia ,
Antonio y sus, amigos en el País
de lo Poético
Poema, existencia forma de vida
Un texto
de Leonard Boff
Mira
quién llegó, dijo la Integración-
La Reflexión, dijo ,animadamente ,el Asombro
¿Has visto a nuestras hijas? preguntó la Reflexión, abrazando al
Asombro, después de saludar cariñosamente a la Integración
Asombro
sonrío a su ex esposa y
contestó que con la Filosofía había hablado hace poco y
con Ciencia se
seguían a través de la comunicación
con una partícula de neutrino.
La Reflexión lo miró como
comprendiendo la existencia de algo para
hablar más tarde, entre padres
Quieres contar algo le preguntó la Integración a
la primera esposa de su marido el
Asombro.
Entiendo que tienen visitas , de esas que están y no están
el la Tierra , dijo la Reflexión
Traigo
un texto sobre ese tema de la poesía y la prosa de Morin, es del brasilero Boff, cita a Edgar
Morin
Que lea la Rosa, se oyó por aquí y pos
allá.
Mejor hagamos variaciones , di jo la Rosa
Lo leeré yo, para que me tengan más confianza , dijo
la,Ser piente
Este es el textp
Ser humano: poético y prosaico
Leonard
Boff
Uno de los más inspirados poetas alemanes, Friedrich Hölderlin (1770-1843),
dijo lo siguiente: «El ser humano habita poéticamente la Tierra». Este
pensamiento lo completó luego un pensador francés, Edgar Morin: «El ser humano
habita también prosaicamente la Tierra». Poesía y prosa además de ser géneros
literarios, expresan dos modos existenciales de ser.
La
poesía supone la creación que hace que la persona se sienta tomada por una
fuerza mayor que le trae conexiones inusitadas, iluminaciones nuevas, rumbos
nuevos. Bajo la fuerza de la creación la persona canta, sale de la rutina y
asume caminos diferentes. Surge entonces el chamán que se esconde en
cada persona, esa disposición que nos hace sintonizar con las energías del
universo, que capta el pulsar del corazón del otro, de la naturaleza y de Dios
mismo. Por esta capacidad se descubren nuevos sentidos de lo real.
«Habitar
poéticamente la Tierra» significa sentirla como algo vivo, evocativo, grandioso
y mágico. La Tierra es paisajes, colores, olores, fascinación y misterio. ¿Cómo
no extasiarse ante la majestad de la selva amazónica, con sus árboles cual
manos tendidas hacia lo alto, con la maraña de sus lianas y enredaderas, con
los sutiles matices de sus verdes, rojos y amarillos, con los trinos de las
aves y la profusión de sus frutos? ¿Cómo no quedarse boquiabierto ante la
inmensidad de las aguas que penetran lentamente en la espesura y descienden
mansamente hasta el océano? ¿Cómo no sentirse lleno de temor reverencial al
caminar horas y horas por la selva virgen, como varias veces me tocó hacerlo
con Chico Mendes? ¿Cómo no sentirse pequeño, perdido, un bichito insignificante
ante su incalculable biodiversidad?
Habitamos
poéticamente el mundo cuando sentimos en la piel el frescor suave de la mañana,
cuando padecemos bajo la canícula del sol de mediodía, cuando nos serenamos al
atardecer, cuando nos invade el misterio de la oscuridad de la noche. Nos
estremecemos, vibramos, nos llenamos de ternura y nos extasiamos ante la Tierra
en su inagotable vitalidad, y al encontrarnos con la persona amada. Entonces
vivimos el modo de ser poético.
Lamentablemente
son ciegos y sordos y víctimas de la lobotomía del paradigma positivista
moderno quienes ven la Tierra simplemente como un laboratorio de elementos
físico-químicos, como un conglomerado inconexo de cosas yuxtapuestas. No, ella
está viva, es Madre y Pachamama.
También
habitamos la Tierra prosaicamente. La prosa recoge la cotidianidad y el día a
día gris, hecho de tensiones familiares y sociales, como los horarios y los
deberes profesionales, con discretas alegrías y tristezas disimuladas. Pero lo
prosaico también esconde valores inestimables. Se descubren tras una larga
estancia en un hospital, o cuando regresamos presurosos después de pasar
penosos meses fuera de casa. Nada más suave que el sereno transcurrir de los
horarios y de los quehaceres domésticos y profesionales. Nos da la sensación de
una navegación tranquila por el mar de la vida.
Poesía
y prosa conviven y se alternan de tiempo en tiempo. Tenemos que velar por lo
poético y lo prosaico de nuestras vidas, pues ambos se complementan y ambos
están amenazados de banalización.
La
cultura de masas ha desnaturalizado lo poético. El ocio, que sería el momento
de ruptura de lo prosaico, ha sido aprisionado por la cultura del
entretenimiento que incita al exceso, al consumo de alcohol, de drogas y de
sexo. Es una vivencia poética, pero domesticada, sin éxtasis; un disfrute sin
encantamiento.
Lo
prosaico ha sido trasformado en simple lucha darviniana por la supervivencia,
extenuando a las personas con trabajos monótonos, sin esperanza de gozar del
merecido ocio. Y cuando éste llega, resultan rehenes de quienes han pensado
todo por ellas, organizan sus viajes y les fabrican experiencias inolvidables.
Y lo consiguen. Pero como todo es artificialmente inducido, el efecto final es un
doloroso vacío existencial. Y entonces les dan antidepresivos.
Saber
vivir con levedad lo prosaico y con entusiasmo lo poético.
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