Desarrollo Personal, Cambio Cultural y Nuevo Paradigma (20)
El cambio cultural
y el desarrollo personal hacia el nuevo paradigma requieren, entre otras transforamaciones, la apertura de la imaginación. Por
eso, en el 68, Sartre agradeció a los estudiantes la oportiniodad que
dieron de abrir el
imaginario conpartido.
Vicente Huidobro, el padre de Altazor, el poeta del creacionismo ,estuvo este mes de doble aniverdsario: el 10 de enero,, los 121 años de
su nacimineto, el 2, los 66 desu
fallecimkineto. Por eso , Enero, el mes de Jano, es tamnién el mes de nuestro
Huidoibroi, poeta universal.
HUIDOBRO O LA
IMAGINACIÓN AL PODER
(1997)
Quiero empezar con algunos recuerdos
personales a asociados Huidobro, al ser humano nacido en 1893 y fallecido al
despuntar el año 48. La verdad sea dicha, sólo lo vi, de niño-adolescente, en
tres ocasiones. Era amigo de mi padre, seguramente no muy cercano, por ser
mayor y de un origen familiar muy distinto. El, descendiente de ricos
hacendados, heredero de un título de marqués, dueño de la Viña Santa Rita. Mi
padre, hijo de inmigrantes arrancados de las persecuciones a los judíos en la
Rusia de los zares.
Daniel, un
gran conversador, prestigioso abogado, comensal infaltable de todos los fines
de semana en mi casa, tenía una anécdota de Huidobro, muchas veces repetidas en
las sobremesas, fijada para mí como un recuerdo infantil imborrable, anterior a
toda lectura y al conocimiento directo del vate. Daniel estaba desterrado en
París, en los convulsionados años veinte. Un día lo aborda Vicente Huidobro,
pidiéndole un consejo jurídico sobre su situación conyugal. Casado, con dos
hijos, con Manuela Portales, se ha fugado a París con su nuevo amor. Ximena
Amunátegui, de 17 años. El poeta indaga caminos legales, se pregunta sobre la
forma de encarar las mortales amenazas de los hermanos Amunátegui, da vueltas a
su fantasía de casarse con el rito musulmán. Daniel, profesional estudioso, de
información meticulosa precisa, le da los datos pertinentes con gran orden y
detalle. Pasan algunas semanas y Huidobro y nuestro amigo abogado se encuentran
de nuevo ¿Cómo te fue? El poeta, sin vacilar, cuenta de una entrevista suya con
el más grande tratadista francés, un ser inaccesible fuera de los asuntos de
grandes alcances financieras o de conmoción pública, y recita lo que el mismo
Daniel le había comunicado, ante la escucha resignada de este último, sabedor
de la fantasía del poeta. Es mi primera asociación, simplemente en orden de
antigüedad. Huidobro mitómano… pero mentiroso ingenuo, gratuito, quizás
incontenible.
Después, serían mis 12 años, un veraneo en El
Tabo. Huidobro, en Cartagena, le propone a mis padres un encuentro a caballo,
partiendo de las casas respectivas, para hacer una especie de combate ecuestre.
Participa, entusiasta, Santiago Ontañòn, un escenógrafo español. De alguna
manera aparecen los caballos, pero no se da ninguna batalla más allá de un
enfrentarse a un asado en la playa. No tengo noción de lo conversado, pero, sí,
recuerdo como todos escuchaban a Huidobro, con regocijo, con embeleso, con
seducción.
Luego, un almuerzo en mi casa en Santiago. Se
hacia mención, ante mi solfa, de que Huidobro traería el teléfono de Hitler. Yo
tendría, supongo, 14 años, ya habíamos desfilado por la caída de Berlín a manos
del ejército rojo. Huidobro no habló de la guerra. Estaba enervado por la
formación de su hijo Vladimir. Ximena Amunàtegui
lo había dejado. Su compañera, el tercer amor importante, era Raquel Señoret.
El poeta vino sólo y nos habló, animadamente sobre su laicisismo y la lucha que
estaba dando para asegurar que Vladimir pudiera no asistir a las clases de
religión.
Esa visita
debe haberse realizado el año 45, después me tocó ver a Huidobro en casa de un
tío abuelo amigo de escritores. Mucha gente, todos adultos, yo sentado en una
punta de mesa sin escuchar nada, sintiendo, a lo lejos, como Huidobro
monopolizaba la palabra y la atención. Después, la noticia de la muerte.
Carlos, un escritor amigo de mi padre, narró cómo fue la ceremonia del
entierro. Habló del “pobre Vicente” “que fue a quedar allí”. Para mí,
quejándose de la injusta suerte de un poeta afamado en Europa y en la
vanguardia mundial sepultado en la modesta Cartagena de Chile. Es a principio
del 48, Neruda está de actualidad. Pregunto a Carlos qué ha dicho Neruda. No
sabe, pero le ha escuchado decir al poeta de Isla Negra “Huidobro es un poeta
extraordinario, pero como persona es nefasto”.
Pasan los
años, será por allí por el 66, con el poeta Alberto Rubio vamos a ver la tumba
del gran creador en Cartagena. “Abre la tumba al fondo de esta tumba se ve el
mar”. Por allí hay un niño abstraído, jugando con unas bolitas de cristal. Le
preguntó si sabe quien está enterrado bajo esa lápida. Contesta con toda
naturalidad “es un buzo”.
Un buzo, un
buceador en las posibilidades humanas, inquieto, libre, enamorado de sí mismo,
repetidas veces en el primer amor, definitivamente el amor de su madre, enemigo
del conformismo, de la medianía, fantasioso, genial, comunista y niñito bien,
formado en los jesuitas y come frailes, candidato a la Presidencia de Chile y
despreciador de lo chileno, amigo de la invención pura y admirador de la
ciencia. Sobre todo, un imaginativo, un abridor de horizontes, un aparente
“pequeño dios”, en el fondo susceptible, sensible, tremendo comunicador de
emociones.
Si queremos
ubicar a Huidobro en una tipología humana, debemos subrayar aquello que es más
constitutivo, más propio, menos encontrable en otros. Era inteligente,
susceptible, sensible, pero, sin duda, lo especial fue su inventiva. La
imaginación conducente al arte de escribir y… a un cierto arte de vivir
acelerado, sin respiro, siempre en permanente propuesta de innovación en la
inventiva. El continuo buscar, adelantándose al mayo del 68, la llegada de la
imaginación al poder. Un gran poder de la imaginación, acompañado de una
increíble seguridad y confianza de sí. Su capacidad y audacia lo convirtieron,
en sus primeros veinte, en un vanguardista reconocido en Francia y España.
A los 32 años
la Federación de Estudiantes lo proclama candidato a la presidencia.
Cultivó,
sobresalió, en el poema en verso y en prosa, escribiendo en español y en
francés, en la novela, el teatro, el guión de Cine, el ensayo, en la inventiva
y en grandes amistades con celebridades mundiales.
Mereció el
Nobel y no alcanzó, siquiera, el Premio Nacional. Es que murió joven. Es que
vivió de prisa…Recién se lo está reconociendo. Recién admitió su propia
sensibilidad profunda en sus últimos años.
Su imaginación
no llegó al poder. No se realizó su colonia utópica en Angola. No prosperó el
proyecto de hacer una crianza de ruiseñores, no logró deshacer la imagen de sus
adversarios como Neruda o de Rocha, o de quienes subestimó como Gabriela
Mistral, García Lorca o los surrealistas. No pudo retener a la bella y
postergada Ximena. No fue Presidente de Chile. No logró “encender en el sol sus
últimos cigarros”, no fue mago ni dio a luz en el poema la más enana de las
rosas silvestres del jardín. No fue un Dios ni grande (como le habría gustado
ser) ni pequeño (como reconoció corresponderle a los poetas). Sin embargo, no
fue anti poeta. Fue Altazor, el ser humano digno, finito, embriagado de lo que
su rival Neruda llamara “la tentativa del hombre finito”. Fue un poco Adán, el
primer ser humano en muchas búsquedas. Fue uno de los grandes puntuales del
gran litoral de los poetas, del océano del mundo entero donde nació el ser
humano, la vida y la poesía, por eso su gran oleaje, su condición de buzo
explorador del futuro, su aporte, sin saberlo, a una imaginación que no
pretenda simplemente llegar al poder sino desarrollar el poder de mejorar la vida.
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