Desarrollo Personal, Cambio
Cultural y Nuevo Paradigma (18)
LA VISION INTEGRAL DE LA SALUD y su conexión
con el nuevo Paradigma
La integralidad es una idea fuerza muy compleja y, a
la vez, el objeto de una retórica vacía. Corresponde a la necesidad profunda de
establecer nexos y de alcanzar completud y es, también, expresión de
manipulaciones espúreas de publicidad para el consumo. Apunta al desarrollo de
la conciencia ética, pero es, con frecuencia, mediatizada para los unos más
triviales.
En nuestro país, en el ámbito de la medicina y de la
salud, coexisten, como en todas partes, las búsquedas coherentes y las
prácticas demostrativas con las actitudes escépticas, los afanes mercantilistas
y los reduccionismos burocráticos. Es útil recordar algunos de los múltiples
aportes al desarrollo de la medicina integral en Chile que van desde la
concepción del Servicio Nacional de Salud y las entidades que le antecedieron,
las carreras universitarias de la salud, las antiguas Unidades Sanitarias,
hasta experiencias más cualitativas como Purranque, la del Centro de
Demostración de Quinta Normal, Medicina Psicosomática del Hospital San Borja,
Medicina Comunitaria, el Centro de Antropología Médico Social, el Caimi, Cespo,
la Vicaría, Quillahue, Cis, Cisme, Fasic, La Caleta, Gradas, Tideh, Soinde,
Ciaspo, Colectivo de Atención Primaria, Paesmi, Cintras, el conjunto de los
Cosam para mostrar una lista larga y de todos modos muy incompleta de aportes
multifacéticos a un marco referencial que todavía exige mucho camino de elaboración.
En esas instancias de acción y reflexión, tal como en
la vida diaria ciudadana, en general, no ha sido fácil distinguir puentes y
fronteras, matices diferenciales y sobreposiciones de la salud integral y de la
medicina integral. Sin embargo, haciendo una síntesis, forzosamente arbitraria,
emerge entre los rasgos destacados de la concepción ¾valor¾ aspiración a la medicina integral el asumir una relación de
todo a parte, la medicina entendida como “partícipe”, como contribuyente, un
factor que interviene en la actualización de la salud. Hay un cierto
paralelismo o analogía con los deslindes entre salud y enfermedad en que,
aunando también, la apreciación de la continuidad y de lo específico, puede
decirse que la enfermedad “participa” de la salud, es un aspecto de ella.
La búsqueda de marcos de referencia y de caminos
operativos en lo que respecta a Medicina integral ha contado con responsables,
asistenciales, docentes y de investigación, que se desempeñaban ¾o lo hacen actualmente¾ con parámetros disciplinarios,
antropológicos y epistemológicos bien delimitados y asumidos.
En contraste, la noción más abarcativa e inasible de
salud integral transciende las demarcaciones habituales en lo disciplinario y
lo administrativo. Es objeto de interés de las llamadas medicinas “no
ortodoxas”, concurren a su utilización conceptual movimientos sociales,
críticas culturales y partícipes en nuevos referentes epistemológicos. El
término salud integral se aplica, fuera del ámbito de la medicina y los individuos,
a la consideración de la dinámica social, de las ideas, de la cultura, del
perfil del desarrollo humano. Sin dejar de ser parte del quehacer y el lenguaje
de las profesiones de la salud, los términos son aprehendidos por políticos y
simples ciudadanos, educadores, cientistas sociales y buscadores espirituales.
Para hacer real la estrategia de atención primaria,
para contribuir a revertir las tendencias individualistas deshumanizadores en
atención media, para apuntar a un desarrollo social saludable, es importante
buscar formas de ahondar en las concepciones de salud y medicina integral y en
las relaciones entre ellas. En este proceso entramos a perturbar creencias muy
establecidas, a sacudir modorras, al riesgo de provocar miedos al cambio y a la
perdida de lo conocido. Es el terreno ineludible de la dinámica, de la
confrontación de paradigmas culturales básicos. Es la discusión acerca de
concepción de realidad, de conocimiento, de ser humano. Es mirar más allá de la
modernidad.
Se llama paradigma al modelo, al marco consensual de
ciencias y prácticas de una comunidad científica. Por extensión, se plantea una
noción más amplia, la del paradigma cultural básico, que se refiere tanto al
como conocer como a los grandes contenidos de la visión de mundo y de evolución
humana posible y deseable. Hoy vivimos, dentro de una crisis de civilización,
la coexistencia y el enfrentamiento de paradigma básicos. La valoración y la
conceptualización de la integralidad son parte substantiva de esta crisis y
confrontación de tendencias.
La noción de integralidad puede ser instrumentalizada
en un simple sentido retórico, como un elemento de legitimación, de
autovalidación, de promoción de intereses o de mero relleno. Proliferan los
negocios denominados “medicina integral”, en que es difícil encontrar algo
substantivo, de profundización ética o de búsqueda o hallazgo de puentes entre
lo físico, psíquico, ecológico y espiritual o cualquier otro de los planos
integradores en salud. Lo mismo puede decirse de cierto uso ritual de las
palabras “integral” o “integrado”, referidos a salud y/o medicina, en los
programas públicos o del sector solidario, en que no hay reconocimiento de la
complejidad de las dificultades que involucra una propuesta “integrador”.
El aviso mercantil, seductor o estridente, señalando
los presuntos méritos de una clínica de “atención integral”, o el discurso
funcionario que reitera un énfasis en el término sin profundizar en sus
alcances, representan una misma tendencia evasiva, enajenante, ajena al conflicto
de fondo entre el reduccionismo analítico de la modernidad y el emerger de lo
holístico, a la tensión entre paradigmas básicos. Fuera de la sintonía con la
colisión entre la visión del mundo cartesiana, de lo claro y lo distinto, lo
objetivo netamente separado de los subjetivo, y la apertura real, no de pura
fórmula, a un universo de relaciones, a la integración.
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