Conversando
desde la Amistad (403)
La Dimensión Poética de la Vida (43)
Escribe Iris Leal desde Pucón
El Amor
Es el amor el que nos guía, como la
mariposa que vuela por la noche hacia la luz sabiendo que será abrasada, que le
quemará sus alas y sin embargo va hacia ella decidida. Decimos que nuestros
actos representan la palabra nacida del mismo centro del amor y sus resonancias
nos parecen bellas y transamos entre estrella y estrella el brillo enorme de la
eficacia. Mas no sabemos nada del amor, solo restos esparcidos que de un espejo
que juntamos recogimos y nos vemos en él reflejados creyendo que somos lo que
realmente no podemos tocar ni comprender. Si fuéramos fuertes como el río que
defiende la tierra, si fuéramos audaces como la tormenta que empuja los rayos
tronando su acento, si fuéramos más que el fragmento y viéramos unidos el
horizonte al final de cada día que se acerca a la constelada inspiración. Sí,
si fuéramos oyentes del sonido que desata al alma de la prisión de su cuerpo y
le guía con su mano estoica por los senderos donde ella se insufla de verdades
que envuelven al tiempo y le animan en ondulantes sentires que fluyen del
universo. Sí, si pudiéramos escuchar la significación del amor cuando lo
pronunciamos con estos labios que se hacen para ligar lo intocable a lo
perceptible trayendo en sus esqueletos la ósea esencia de la creación.
Decir que lo sé, no es respuesta
posible, decir que lo voy acunando en mi ser, en mi forma sagrada que debe su
gracia a la misma vida. Entender que la destinación es decisión constante del
erguimiento para dar desde ese momento lo imperecedero a lo terreno. Y si se
acerca el instante justo, aquel que descubre la misma mariposa mientras sigue
elevando su vuelo y mira atrás para ver y ve que deja lo que ama y ve que asume
lo que ama y ve, ve y la tela de sus alas se transparenta cuando ya ha entrado
en la luminosidad abarcante y vuelve su mirada atrás para distinguir lo
inexplicable y siente una punzante espina en su frágil cuerpo y desprende de
ella el dolor sacudiéndose y una lluvia alba se hace estela que se esparce y
baña en todo.
Es el amor el que nos guía en
una manera sorprendentemente nueva y cada vez que nos detenemos a nombrarlo
quiere él aumentar aquello que nos forma, que contornea desde adentro las
lindes de la carne, esculpiendo en cincel de viento los cóncavos parajes del
ser.
Destinados a ser destino en la
mansedumbre del hallazgo. Colmando la virtud que emerge desde las entrañas de
la calma. Resistiendo la insinuante tentación de la impaciencia dentro de la
perseverancia. Es el amor el que nos guía, el que cada uno encuentra en la
soledad de sí mismo, al fondo del océano de sus ensueños, entre las corrientes
tibias de los unos y los otros.
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