Conversando desde la Amistad(378)
Diálogo
y Cambio socio cultural
Buscando la Amistosofía (52 )
Envía Claudio Schuftan desde Vietnám
Por Rodrigo Arce Rojas*
24 de noviembre, 2013.- El
pensamiento de Paulo Freire no solo es inspirador en el campo de la educación
si no que también desarrolla a profundidad el valor del diálogo transformador.
La acción dialógica desde la perspectiva de Freire es fundamental en la medida
en que todavía subsiste en ciertos sectores de la población dudas sobre el
valor del diálogo en contextos de asimetría, desigualdad e inequidad producto
de su deslegitimación por diversas razones entre las que podemos mencionar: uso
del diálogo como herramienta dilatoria, incumplimiento de acuerdos, acuerdos
alcanzados bajo presión, entre otras.
La desvalorización del diálogo,
aunado a una cultura confrontacional ha llevado a que ciertos sectores de la
población conciban al diálogo como debilidad, como contubernio, como
funcionales a los grupos de poder. A ello se suma una desconfianza estructural
de todos contra todos, la débil gobernanza, la devaluación de la política y los
políticos, entre otros factores. Por ello el legado de Paulo Freire resulta no
solo vigente sino revitalizador respecto a los verdaderos alcances del diálogo.
Empecemos delimitando la
conceptualización del diálogo desde la concepción de Freire. Para el autor el
diálogo “refiere al encuentro que solidariza la reflexión y la acción de sus
sujetos orientado a transformar la realidad”. Al incorporar la palabra
solidaridad recupera el valor y la dignidad de todas las personas que se
predisponen a entrar en comunión. Es una invitación para abrir la mente y el
corazón a las razones de cada uno y entrar en un acto valiente de revisar tus
creencias y tus posiciones, pero también es la búsqueda horizontal y fraternal
para encontrar nuevos caminos que transitar. Transformar la realidad tiene un
profundo sentido porque nos está diciendo que no se refiere a imponer una
realidad sobre la otra sino de transformarnos mutuamente y encontrar una nueva
realidad de sostenibilidad y justicia.
Ahora bien, este ideal de
comunicación y de relacionamiento podría ser visto como la construcción de un
discurso justificatorio para avalar las asimetrías. Nada más alejado de la
realidad, puesto que en el proceso de transformación del diálogo se logra
también la liberación de las ataduras que impiden reconocernos inclusivamente
como parte de la misma humanidad. Por ello Freire delimita claramente lo que no
es diálogo. Nos dice entonces que el diálogo:
No puede
reducirse a un mero acto de depositar ideas de un sujeto en el otro.
No es un
simple intercambio de ideas.
No es
discusión guerrera entre dos sujetos que no aspiran a transformar el mundo y no
buscan la verdad.
No puede ser
un instrumento para conquistar al otro.
Por lo tanto, el autor nos plantea
que no hay diálogo:
Si no hay un
profundo amor al mundo y a los hombres.
Si me creo
autosuficiente, si no hay humildad.
Si no existe
una intensa fe en los hombres, en su poder de hacer y rehacer; de crear y
recrear.
Si mantengo
la desesperanza.
Si no existe
en los sujetos un pensar verdadero.
Freire se pregunta: ¿Cómo puedo
dialogar…?
Si veo la
ignorancia en el otro nunca en mí.
Si me veo
diferente y virtuoso y subestimo al otro.
Si me siento
parte del grupo de elegidos que tienen la verdad.
Si creo que
la transformación del mundo es solo responsabilidad de una élite.
Si me cierro
a la contribución de los otros.
Si temo la
superación.
Encontramos en la perspectiva de
Freire que el diálogo no es ingenuo. Nos advierte claramente que hay grupos
interesados en el uso antojadizo de la comprensión y la armonía en incluso
realizan procesos de capacitación instrumentalizados. Así mismo enfatiza que
hay que ser conscientes de los procesos de penetración cultural en una lógica
de dominio y de conquista. Al influjo de estos procesos los grupos ven la
realidad desde la óptica de los dominadores e incluso se llega a casos en los
que los propios grupos reconocen la “superioridad” de estos grupos.
Por ello una apuesta por el
diálogo no se remite a espacios coyunturales si no que se busca su
institucionalización, la generación y consolidación de una cultura del diálogo.
No implica subestimar los derechos humanos sino que la resignifica hacia el
ejercicio de la ciudadanía activa. Tampoco obvia otros espacios y mecanismos de
acción colectiva solo que la inscribe en una propuesta basada en la fuerza
argumentativa, la solidaridad, la sostenibilidad y la justicia.
Qué interesante caer en cuenta
sobre la vigencia del pensamiento Freire en tiempos donde la conflictividad se
convierte en signo de nuestros tiempos. Un débil entendimiento del diálogo no
nos permite ver su potencial transformador. Por el contrario, apelando a los
propios principios del diálogo es posible contribuir en la generación de
acuerdos aspecto consustancial de la buena gobernanza.
Bibliografía:
Freire, Paulo. S.f. Pedagogía del
oprimido. Disponible en: en: http://www.servicioskoinonia.org/biblioteca/general/FreirePedagogiadelOprimido.pdf
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