Convertsando desde la
Amistad(319)
La Dimensión Poética de la Vida(3)
Médicos sin Fronteras
Camilo Marks
Entre el 3 y 7 de septiembre pasado se celebró el IX Congreso de Médicos
Escritores “Misiones 2013”, en uno de los escenarios naturales más bellos e
impresionantes de esa provincia argentina, situado en el Alto Paraná, cerca de
la chacra en la que por muchas décadas vivió el eximio narrador rioplatense
Horacio Quiroga.A Quiroga le fascinaba la selva y algunos de sus mejores
relatos transcurren en esa zona que, además, contiene los vestigios de las
misiones jesuíticas de San Ignacio Miní.
El tema de estas gloriosas ruinas fue otra de las obsesiones artísticas del
prosista oriundo de Montevideo, debidamente homenajeado durante la reunión por
estudiosos de su obra.
El primer y único experimento socialista exitoso del mundo fue la fusión
civilizadora entre los guaraníes y estos sacerdotes católicos: los predicadores
de la nueva fe llegaron desarmados y fueron bien recibidos por los indígenas,
quienes, junto a ellos, fundaron ciudades que se autoabastecían y cuyos
magníficos vestigios son hoy el testimonio de un pasado que debiera ser más conocido
entre nosotros.
La película La misión de 1986, describe una fracción de lo
que fue este fenómeno y logra reconstituir un episodio de esa experiencia de la
colonización española. Con todo, nada es equiparable al espectáculo de los
monumentales restos de estas comunidades, que llegaron a albergar poblaciones
de 10 a 12 mil habitantes y que fueron destruidas a comienzos del siglo XIX por
las guerras entre Paraguay, Brasil y Argentina.
Indudablemente, Juan Ricardo Kelm y Mónica Cantarela, organizadores del
evento, tuvieron en cuenta estas razones para alojar ahí a los doctores
chilenos, argentinos, uruguayos, colombianos, guatemaltecos y de otras
nacionalidades latinoamericanas que, en un número cercano a las 50 personas,
asistieron al encuentro.
La primera pregunta que surge ante un suceso así es tan obvia que casi
resulta una perogrullada, ¿por qué hay organizaciones de médicos escritores y
no hay abogados, arquitectos, constructores, ingenieros, profesores u otra
clase de especialistas dedicados en forma sistemática a la literatura?
Claro, Kafka estudió derecho, si bien nunca ejerció, Carpentier siguió
arquitectura, aun cuando no se conocen sus edificios, Coetzee es ingeniero
computacional y poco se sabe de sus logros digitales; por cierto, la inmensa mayoría
de los grandes autores, desde Homero a Cervantes, Virgilio a
Shakespeare, Goethe a Borges, jamás estudiaron nada y se dedicaron
principalmente a concebir ficciones.
Como sea, hay agrupaciones literarias de cirujanos y no existen
organizaciones similares en disciplinas distintas. La más antigua en América
Latina es la Asociación de Médicos Escritores de Guatemala, fundada en 1969. En
Chile, hace tiempo funciona el grupo Sueños, bajo la tuición de
Luis Weinstein. Y otro tanto ocurre en las demás naciones hermanas.
La respuesta a la interrogante de por qué los matasanos se organizan para
escribir y leerse entre ellos podría caer en el lugar común: la
relación terapeuta-paciente no tiene comparación con ninguna otra, ya que son
ellos los que nos dan la vida y nos preparan para la muerte y, sobre todo, nos
conocen mejor que nadie; es imposible mentirles, pues si no les confiamos lo
que pasa en nuestros cuerpos y almas, estamos perdidos.No hay seres a
quienes amemos más u odiemos más que al galeno que nos trata. Es cierto que
existen otros profesionales de los que dependemos; sin embargo, de nadie
dependemos tanto como de nuestros queridos y detestados doctores.
A lo largo de 5 días, se leyeron textos, fundamentalmente cuentos y poemas,
de nivel a veces notable, impresos previamente en un volumen producido en forma
gratuita por la Municipalidad de Oberá, la ciudad más cercana al paraje del
coloquio.
Es preciso agregar otro rasgo excepcional de Misiones: en un país de
inmigrantes, esa zona se lleva la palma y hay rusos, ucranianos, polacos,
alemanes, árabes, japoneses, en suma, todo lo que uno quiera ver en materia de
diversidad humana, desde rubios pajizos a morenos, de achinados a indígenas
orgullosos de su historia.
Aún así, posiblemente hubo un aspecto más destacable que los anteriores,
resumido de modo admirable por la facultativa chilota Katia Velázquez: aquí no
se ven exhibicionismos, rivalidades ni perniciosas manifestaciones de
egolatría. La medicina, ya lo sabemos, es una de las actividades más competitivas
entre pares; en estas oportunidades, eso se olvida o parece olvidarse, ya que
todos se aplauden, se admiran, se muestran simpatía.
¿Podría haber algo azucarado en semejante cariño? Quizá un cínico diría que
sí; en cambio, un observador imparcial deberá conceder que, en rigor, cada uno
de los asistentes exhibió únicamente cordialidad y genuino afecto hacia sus
vecinos.
Hubo, por cierto, circunstancias memorables: el paseo por las aguas en
catamarán, escuchando poesía o crónicas, la recepción en Oberá con bailes y
trajes típicos de diversas etnias, el homenaje a Juan Villalobos, de Rancagua,
heredero del grupo Los Inútiles, creado por Óscar Castro y otro sin
fin de acontecimientos que dejarían agotado a cualquiera, menos a estos
fanáticos de las letras.
Tal vez uno de los momentos más emocionantes se vivió cuando la psiquiatra
Catherine Fieldhouse leyó su historia sobre la muerte de Víctor Jara, según los
ojos de un niño.Tanto ella como Laura Caballero y Enrique Escobar participan en
el taller Libros de Mentira, por lo que eran conocidos de quien esto
escribe.Así y todo, habría que mencionar a muchos más, por su mérito y
dedicación, aunque lamentablemente este espacio no lo permite.
Las edades son otra materia destacable: los había muy jóvenes, digamos de alrededor
de 30 primaveras, hasta muy adultos, digamos estupendos octogenarios y
octogenarias.
Y puesto que estamos hablando de edades, Nicolás Díaz, ex senador
democratacristiano, instigador de la ley antitabaco (por lo que los fumadores
lo aborrecemos), de flamantes 84 años, protagonizó un incidente de suspenso que
haría palidecer al mismo Hitchkock.
Díaz parecería creer que se puede viajar donde sea sin carnet ni pasaporte,
porque partió anticipadamente a Brasil sin ningún documento; cuando la comitiva
nacional ya regresaba, se descubrió que el honorable no se había registrado en
ningún hotel ni había dejado huellas de su paso en sitio alguno; entonces se
inició su búsqueda frenética en comisarías, oficinas públicas, hospitales…Uno
de sus hijos contestó por teléfono que el pasaporte de su padre estaba en su
poder. Y la cédula de identidad la tenía Catherine Fieldhouse. Cuando ya la
consternación era generalizada, el doctor Díaz apareció afeitado, alegre,
fresco como lechuga. Lo último que se supo de él fue que lo habían detenido en
Foz de Iguazú, desde donde lo deportaron a Argentina, cuyos funcionarios de
inmigración lo readmitieron por pura buena voluntad.
Así, este apátrida transitorio probó, gracias a su terrorífica aventura –se
entiende que terrorífica exclusivamente para sus amigos y familiares- que la
integración latinoamericana podría ser una realidad.
Y todos estos médicos sin fronteras comprobaron, con sus hechos y sus
escritos, que el sueño de Bolívar y San Martín puede ser verdadero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario