Conversando desde la Amistad(94)
Los Paradigmas : el horizonte para enfocar la crisis de la
civilización
Un texto
de Wilson Tapia
Taller
LA FELICIDAD EN EL
CAMBIO DE ERA
EN BUSCA
DEL NUEVO PARADIGMA
Wilson Tapia
Villalobos
Enero 2013
“En lo pasado está la historia del futuro”. Esta frase del escritor José Donoso parece develar uno de los
misterios que persigue al ser humano desde su aparición en el planeta. Es la
reiteración de los hechos que contiene la visión oriental del devenir, en una
rotación sin pausas. En ella se anidan las preguntas fundamentales: ¿Qué somos?
¿De donde venimos? ¿Hacia adonde vamos?
También podríamos
parafrasear a Jung, y decir: “El inconsciente es la historia de la humanidad desde los
tiempos inmemoriales”. Y tal aserto
adquiere sentido, ya que en él está contenida la necesidad de respuestas
que ha hecho que los seres humanos caminen hacia el conocimiento. En ese
transitar han ido ascendiendo a grados mayores de lo que hoy llamamos
humanidad. Siempre buscando explicaciones que le dieran certezas, que con el
tiempo eran desechadas, en la misma medida en que se avanzaba hacia más
conocimiento.
Nuestra visión actual del
entorno y de nosotros mismos ha tenido variaciones profundas con el paso del
tiempo. Es el avance del conocimiento que conforma la cultura del momento. Es
lo que hace que mi amigo Pedro Engel sostenga que el alma humana
evoluciona. Y tal postura la apoye
otro amigo destacado, el teólogo Antonio Bentué.(*)
Si ambos estuvieran equivocados, Jesucristo, por ejemplo, habría condenado la
esclavitud. Y pese a su extrema
sensibilidad, no lo hizo. Hoy, en
cambio, el premio del Reino de los Cielos no reemplaza a una vida terrena de
esclavo sometido. Simplemente nos
parece inconcebible. Son los
constructos culturales que dan sustento a la sociedad en que vivimos.
Y si retrocedemos en la
historia de la cultura, nos encontramos con interrogantes aún no resueltos.
Pero su sólo planteamiento entrega pistas acerca de lo que ha sido el recorrido
del ser humano hasta hoy. Por ejemplo ¿Cómo surge la idea de Dios? ¿Aparece aquí, en la vida terrena o
venía con mujeres y hombres desde antes de su nacimiento? Para estudiosos
marxistas, ateos y positivistas, Dios es una construcción cultural. Una
construcción cultural necesaria para responder a interrogantes que en
determinado momento acuciaban. De
allí, dicen, aparece el Dios del trueno, el Dios del rayo, el Dios de la
lluvia, la Diosa de la fertilidad, luego la Diosa de la belleza, la Diosa de la
sabiduría y muchas otras deidades que respondían a dudas no resueltas. Ejemplos
de comportamientos y de aceptación de valores que van cambiando a medida que el
conocimiento humano derriba nuevas barreras.
Quienes conciben una idea de
trascendencia, en cambio, plantean que Dios, simplemente, está presente en la
vida humana. Así, sin intervención
de la razón. Como un recuerdo o
como el hallazgo en una búsqueda interior.
Ambas posturas, sin embargo, conviven y se mezclan
de algún modo en el paradigma que guía la comprensión de una época. Este es el tema que me ha correspondido
abordar. Y para comenzar diré que, según Thomas Kuhn (1922 - 1996), responsable
del aggiornamento del término paradigma, éste es: “Una realización científica universalmente
reconocidas que, durante cierto tiempo, proporciona un modelo de problema y
soluciones a una comunidad científica". Sin embargo, los modelos paradigmáticos tienen un ámbito
de aplicación que va más allá de una comunidad científica determinada. Hoy hablamos de paradigmas que pernean
a toda la sociedad. Porque son
modelos metafísicos y epistemológicos, que proporcionan el "contexto"
en que se forman los diferentes modelos teóricos y teorías de un nivel
inferior. Este tema lo retomaremos más tarde.
Mientras tanto, los invito a
que revisemos cómo el ser humano ha ido construyendo sus paradigmas. Para
partir desde el comienzo, es necesario retroceder 65 millones de años. Es lo
que considera la ciencia como el instante en que aparecen las primeras
manifestaciones vida animada. Sin embargo, los que podrían ser nuestros
antepasados, homo erectus, asoman hace apenas alrededor de un millón y medio de
años. Recién. Y aún no existe
opinión unánime acerca de lo que realmente ocurrió con los seres humanos desde
ese período hasta ahora.
Al menos tres son las
teorías que, con mayor presencia, se disputan la explicación del desarrollo
humano desde aquellas lejanas épocas hasta hoy.
La teoría creacionista:
Sostiene que Dios creó al
ser humano como a todas las criaturas que pueblan el planeta y el universo.
Ello implica la existencia de una misión divina que habría sido encomendada a
la Humanidad y que las distintas religiones institucionalizadas tendrían como
misión develar. Para ejemplificar
con hechos conocidos, nuestra historia comenzaría con la aparición de Adán y
Eva, en el Edén. Esta explicación
cristiana se encuentra en distintas religiones, incluso muy anteriores a la
aparición de Cristo y sus seguidores.
También se reproducen los trinos o la trinidad y la virginidad de la
madre del Dios hecho hombre. En los Upanishads (*)
se afirma que Brahma, el padre, aquel que crea los mundos sin cesar, es triple.
Es también Maya, la madre, y Vichnú, el hijo. Esencia, sustancia y vida. Cada uno encierra a los otros
dos. Y los tres son uno en lo inefable, en lo imposible de explicar.
Igualmente, el trino se da en la religión egipcia, con Osiris, el padre, Isis,
la madre y Orus, el hijo. Además, existen coincidencias con cosmovisiones
mesoamericanas.
Tratando de explicar tales
similitudes, algunos estudiosos señalan la posibilidad de que todas las
religiones provengan de un tronco común.
Las diferenciaciones habrían aparecido con el transcurso del tiempo y la
ocurrencia de diversos acontecimientos sobre los que no existe una constancia
científica.
Quienes refutan esta teoría
apuntan básicamente a la imposibilidad de una comprobación científica.
Teoría evolucionista:
Planteada por Charles
Darwin, sostiene que la vida comenzó en la Tierra de un organismo común. Luego,
se fue complicando al dar respuestas cada vez más eficientes a las demandas del
medio. Esta teoría coloca en el agua a la célula originaria. Hoy, los
evolucionistas van mucho más allá
del área meramente biológica. Aplican su teoría a distintas esferas del
desarrollo humano. Sea éste social, cultural, económico, etc.
Sus detractores, que no son
pocos, esgrimen diversos argumentos.
Uno de ellos es que la evolución no explica la aparición de organismos
irreductiblemente complejos, como la visión.
Teoría intervencionista:
Señala que una de las ramas
de homínidos existente en el planeta fue intervenida para dar origen a los
seres humanos modernos: al homo sapiens sapiens. Sus sostenedores basan tal presunción en que el homo sapien
sapiens, que es la rama que hoy impera sobre el planeta, no era la mejor dotada
físicamente para hacer frente a los desafíos del entorno. Tanto por porte como por capacidad
física, en general, que era mucho menor que el hombre de Neandertal, por
ejemplo. Y el hecho de que pudiera superar tales desventajas estuvo basado en
el mayor grado de inteligencia que habría mostrado. La intervención la habrían
realizado extraterrestres o seres provenientes de otra dimensión o del interior
de la Tierra. El detalle de las hipótesis
varía de acuerdo a sus autores.
Algunos de sus exponentes más reputados son Zacarías Ziktin, Alan
Alford, entre otros.
Esta teoría también es
refutada por la carencia de elementos comprobados por la ciencia que la
avalen. Por ejemplo, la existencia
del planeta errante, Nebiru, que entraría en la órbita de nuestro sistema solar
cada 3.600 años, aún no ha sido avalada por la astronomía oficial. Y los habitantes de Nebiru habrían sido
los responsables de la intervención.
Estas tres teorías se
encuentran en el tapete. En el
presente, la creacionista y la evolucionista son las que cuentan con mayor
cantidad de seguidores. Pero es
indudable que aún hay espacio para continuar con las dudas. La ciencia no ha
logrado entregar una respuesta que permita construir certezas incuestionables.
Y la religión a menudo exige la utilización de la fe y no de la razón para
aceptar sus explicaciones. Para
decirlo en palabras del Premio Nóbel de Medicina, Francis Crick “Hasta ahora, los resultados obtenidos por
las creencias religiosas para explicar los fenómenos científicos han sido tan
pobres, que no han muchos motivos para creer que las religiones convencionales
lo consigan en un futuro” (*)
Y los interrogantes se
acrecientan cuando se observa el desarrollo de sociedades humanas. Mirando una
civilización antigua como la egipcia, es indudable que todavía persisten
preguntas sin respuesta sobre su origen.
Incluso acerca de la procedencia de sus acabados conocimientos de
matemáticas, de geometría, de astronomía.
Las investigaciones actuales plantean algunas certezas, pero son más las
hipótesis.
Vamos a ciertos datos
duros. El esplendor de la
civilización egipcia comienza alrededor de tres milenios antes de Cristo. Cuando finalmente los reinos del Alto y
Bajo Egipto se unen en una sola gran nación, que pronto se transformaría en
imperio. Antes de ese trascendente acontecimiento político, la frontera entre
ambas naciones se ubicaba en las cercanías de lo que hoy es El Cairo.
Hasta ahora, en que la
egiptología ocupa un lugar destacadísimo entre los estudios de la antigüedad,
subsisten preguntas respecto de la construcción de la Gran Pirámide de
Guiza. Especialmente por los
métodos utilizados en su construcción. La información oficial señala que la
Gran Pirámide fue diseñada y construida durante el reinado del faraón Keops, en
el año 2570 AC. Su altura máxima era de 146,61 m. En la actualidad sólo alcanza a 136,86 m. La reducción se ha debido a los efectos
del deterioro que provoca la corrosión generada por el clima y la polución. Fue
el edificio más alto del mundo hasta el siglo XIV. En aquella época recién la sobrepasó la catedral de Lincoln,
en Inglaterra.
La gran esfinge igualmente
llama la atención. En su caso no
es la complejidad de su construcción, sino el simbolismo que parece encerrar en
su presencia hierática. Heródoto de Halicarnaso (484 – 425 AC), la referencia
más antigua con que contamos respecto a las pirámides, entrega antecedentes
acerca de la construcción de estos que hoy son considerados monumentos de la
Humanidad. Tales detalles habrían
sido rescatados gracias a narraciones hechas por sacerdotes egipcios, claro que
más de dos mil años después de la construcción. Sin embargo, nada dice respecto
de la Gran esfinge. Acerca de ella
se han lanzado diversas teorías.
La ciencia oficial, en cambio, se limita a señalar que fue construida
durante la IV Dinastía, que se extendió entre los años 2630 y el 2500 AC. No
hay explicaciones detalladas acerca de su significado.
Esto y otros muchos
misterios que rodean la gran cultura egipcia antigua han llevado a formular una
serie de teorías que corren paralelas a los descubrimientos científicos.
Algunos de estos últimos desmienten a un cierto número de aquellas. Pero el
terreno para las explicaciones esotéricas es fecundo. Nada se sabe acerca de la manera en que los arquitectos e
ingenieros del Egipto Antiguo lograron sus conocimientos. Al igual que queda en
el más absoluto misterio la idea que animó la construcción de la Gran Pirámide,
ya que en ella lo que podría haber sido la cámara mortuoria nunca fue ocupada.
Igualmente sólo existen conjeturas acerca de la significación que la casta
sacerdotal le daba a ésta. Y las
interrogantes se ahondan cuando se observa que no sólo fue la egipcia la que
enraizó su cultura con estas ciclópeas estructuras.
En tal sentido, es
interesante conocer algo de las teorías que esbozan quienes creen en la
intervención extraterrestre en la Humanidad. Este es el cronograma que presenta Patricia Cori(*), como una canalización de emisarios del Alto Consejo de
Sirio.
·
Hace 450 mil años los nebiruanos visitan por primera vez la Tierra,
regresando aproximadamente cada 3.600 años.
·
97.200 AC, los Annunaki, familia dominante en Nebiru, intervienen al
ser humano creando el homo sapiens.
·
32.400 AC la entrada de Nebiru en el sistema solar coincide con otros
fenómenos estelares que marcan el inicio de glaciación más reciente.
·
28.800 AC. Termina el segundo ciclo de la Atlántida con la glaciación
del continente sumergido.
·
25.200 AC. Los Annunaki
establecen bases militares en Marte.
·
21.600 AC. Los Annunaki
crean estaciones de tránsito en la Luna.
·
18.000 AC. Se crean asentamiento Annunaki en África para extraer
minerales que requerían para la vida en su planeta.
·
14.400 AC. Intervención Annunaki en la Atlántida lo que inicia la
decadencia del sacerdocio.
·
10.800 AC. La Atlántida
desaparece bajo el mar.
·
7.200 AC. Intervención Annunaki en la civilización sumeria.
·
3.600 AC. Los Annunaki
intervienen en Egipto, una civilización que habría sido establecida por
emisarios de Luz de Sirio y Las Pléyades.
Resulta inoficioso señalar
que esta cronología no cuenta con respaldo científico. Más aún si se considera
que la última visita de Nebiru a nuestro sistema solar habría coincido con el
nacimiento de Cristo. Sin embargo, es interesante conocer los esfuerzos que se
hacen para cerrar brechas en el conocimiento humano.
Pese a los avances de la
arqueología y la paleontología, muchos vacíos persisten en el transcurrir de la
Humanidad. Hasta ahora, la
cultura sumeria es un gran misterio.
Poco se sabe de ella, pese a las numerosas tablillas que han resistido
el paso del tiempo y permiten componer parte de su historia. Sin embargo, el origen de esa gran
cultura es desconocido. Los registros escritos sólo confirman que no eran un
pueblo indoeuropeo, ni camita, ni semita. Se especula que no fueron los
primeros en asentarse en la Mesopotamia y que vinieron desde afuera.
Pero su aporte al desarrollo
de la Humanidad si es conocido. La
creación de la rueda les pertenece. Las primeras manifestaciones de este invento
esencial se han datado alrededor del año 3.500 AC. También se reconoce allí una
extraordinaria sensibilidad artística en obras trascendentes como La Epopeya de
Guilgamesh “El que vio las profundidades”. Una obra que habla de inmortalidad y
de la sublime sensación de proyección que puede generar en el ser humano el
amor y el valor por algo superior.
A la vez, muestra la relación entre dioses y semidioses. La belleza de
su composición traspasa constantemente la descripción de acontecimientos que se
viven tanto en el mundo terreno como en las profundidades del averno. Se
considera la narración escrita -en doce tablillas de arcilla- más antigua de la
historia humana. Se estima que el rey Guilgamesh pudo haber reinado en un
período que lo acerca al 2.700 AC.
Paradigmas
En este extenso recorrido,
las concepciones humanas se van encontrando, pese a las distancias y la
ausencia de contacto. Las
explicaciones pueden ser muchas.
Pero hasta el momento no se ha llegado a un consenso que permita
explicar cabalmente esta realidad, a lo menos llamativa.
Pareciera que el ser humano
cuenta con más sentidos de los que la ciencia identifica. Y son aquellos, los desconocidos, los
que nos permiten llegar a conclusiones similares y a desarrollarnos en una
misma dirección, pese a no conocer los planteamientos y caminos que siguen
otros seres humanos. Uno de los últimos ejemplos de este proceso es lo que
ocurrió con la investigación sobre el SIDA. Dos grupos de científicos, trabajando sin contacto en
Estados Unidos y Francia, lograron casi simultáneamente aislar y detectar el
virus responsable de la Inmunodeficiencia Humana.
Tal vez es por eso que
Aristóteles (384 – 322 AC) afirmara en Grecia, en una disquisición filosófica
acerca del conocimiento humano: “Sólo sé
que nada sé”. Y Lao Tse (siglo
IV AC), en China, sostuviera que: “Es
mejor no saber que se sabe”.
Es posible que también pueda
ubicarse en esta línea de pensamiento la idea de Jung, que señalé al comienzo
sobre el inconsciente, y su argumentación acerca de los tres cerebros humanos:
el instintivo, el emocional y el racional. En fecha reciente, investigadores de la ciencia médica
señalaron que una serie de indicios indicaría que cada órgano humano tiene
capacidad inteligente, independiente del cerebro central.
Aparte de lo asombroso de
tales aseveraciones, su aparición nos habla de la forma en que avanza el
conocimiento humano. Sobre todo,
de los nuevos horizontes que dibuja. Y son los elementos que van configurando
el paradigma de una época.
Hoy todo parece indicar que
nos encontramos en el momento previo al afianzamiento de nuevos paradigmas. Las
convulsiones sociales, el derrumbe de antiguas estructuras institucionales, el
cuestionamiento de valores tradicionales, son muestras que se repiten en el tiempo. Y en la actualidad todas ellas están
presentes.
Desde las épocas más remotas que tenemos reseñas hasta el
siglo XVII de nuestra Era, el paradigma religioso resultó incontrarrestable.
Ello generó una forma de mirar el mundo. De concebirlo y de darle sentido a la
vida. También generó cuotas
crecientes de poder que a menudo malearon las instituciones y a quienes las
dirigían. Fue responsable de
guerras, masacres y abusos de todo tipo.
Dando paso a la creación de un poder político y económico que dominó sin
contrapeso. Y a una organización
social que permitía la perpetuación de tal poder. La rebelión a menudo fue
castigada con la muerte. Ya se
tratara de un levantamiento dirigido a terminar con el sistema antiguo o a la
búsqueda inocente de nuevas explicaciones para fenómenos que nos presentaba la
naturaleza. Es bien conocido el desenlace de la disputa entre Galileo Galilei y
la Iglesia Católica.
Cabe señalar que los males
que pueden atribuirse al ejercicio del poder hasta el Renacimiento, se han repetido
una y otra vez en la historia humana.
Continúan hoy. Y en la época que estamos mencionando, tenían la impronta
de tratar de confundir el poder humano con el poder divino. La orientación de
la autoridad, se sostenía, proviene directamente desde Dios.
Si bien nuestra experiencia
en términos políticos mira esencialmente a Occidente, el efecto del poder sobre
lo humano se repite, con particularidades, también en Oriente y en todos los
confines del mundo.
Este paradigma, obviamente,
marcaba las aspiraciones del ser humano. La felicidad era el objetivo. Pero una felicidad que podía
encontrarse sólo a través de la comunión con lo trascendente. Era Dios el que podía entregar
felicidad al ser humano o sustraerlo de ella. En esta búsqueda, mujeres y hombres
estaban impedidos de un entendimiento
directo. Éste debía hacerse a través de mediadores, y el objetivo sólo
podía alcanzarse más allá de lo terrenal.
Aquí había que cumplir preceptos que imponían la religión y sus castas
sacerdotales. Y que contaban con el apoyo de la fuerza terrena del
soberano. E incluso, en algunos
casos, la autoridad política y espiritual estaba amalgamada en una sola
persona. Así ocurría con el
Faraón, el Califa, el Papa y en ocasiones el Rey o el Emperador.
La Ilustración trae consigo
el cambio de paradigma. Se inicia
a fines del siglo XVII y concluye su asentamiento definitivo con la Revolución
Francesa, que culmina en 1789. En la práctica es un siglo el que demora la
aparición plena del nuevo paradigma. De este movimiento, que mezcla el
antropocentrismo, el racionalismo, el empirismo, el materialismo, el
hipercriticismo, el idealismo, el pragmatismo y el universalismo, nace la
estructura paradigmática que nos acompaña hasta hoy. Son muchos los pensadores
que dejan su impronta en este proceso. Entre ellos están René
Descartes, Pascal, Malebranche,
Spinoza, Leibniz, Francis
Bacon, John Locke, David Hume,
La Mettrie, D'Holbach,
George
Berkeley, Immanuel
Kant.
El nuevo paradigma abarca
campos que van más allá de la filosofía.
Su empuje se desborda en áreas como la geometría, la astronomía, la
geografía, la lógica, la ética, el derecho, la estética, la deontología, la
religión, la ciencia, la política. Digamos, por ejemplo, que en esta última, la
Ilustración es la responsable de la separación de poderes en la administración
del Estado. Su principal impulsor,
el pensador francés Montesquieu.
De alguna manera, el
racionalismo de Descartes – “Pienso,
luego existo”- es el que le da el sustento filosófico. Mientras en el área científica, es
Isaac Newton quien aporta las nuevas ideas que guiarán la física y las
ciencias. Las concepciones de este
último comienzan a ser cuestionadas recién a inicios del siglo XX. Y es la
Teoría de la Relatividad, publicada por Albert Einstein en 1905, la que levanta
un nuevo hito que da origen a la física actual. Con ella, Einstein pretende
resolver la incompatibilidad existente entre la mecánica newtoniana y el
electromagnetismo. Habían
transcurrido más de dos centurias de reinado sin contrapeso de la física
newtoniana.
Este ha sido el recorrido de
nuestro paradigma actual. Venimos de la profundidad del tiempo y nos
encontramos hoy en un mundo globalizado que sigue buscando respuestas. Tal vez
más sofisticadas que en el pasado, pero igualmente elementales para el ser
humano que también se ha sofisticado en su conocimiento.
Esta Ilustración que he
reseñado de manera tan somera -por lo cual les ruego me excusen- si bien liberó
al ser humano de trabas milenarias, le impuso frenos que hoy se encuentran
cuestionados. La separación flagrante entre religión y ciencia no es atribuible
sólo al racionalismo y positivismo que trajo la Ilustración. Pero su responsabilidad sí está en
haber caído en la misma actitud autárquica que la ciencia critica en la
religión, y que le dio su impulso inicial.
La Ilustración tuvo, así, el
sello de la razón. Ello traía consigo el Humanismo como un distintivo
importante. Y si bien en términos políticos el liberalismo engendrado por la
Revolución Francesa daba frutos diversos, Ciencia y Religión buscaron
derroteros diferentes. Objetivos
que fueron haciéndose cada vez más lejanos y contrapuestos.
En cuanto al tema del
Taller, la felicidad adquiere en el paradigma que impone la Ilustración un tono
menos relacionado con la trascendencia y más epicúreo. De un llamado a buscar
ser feliz en la Tierra. En el
desarrollo de la vida humana. En las acciones cotidianas. Y la reconoce como un
hito fundamental en el desarrollo del ser humano. Tanto es así, que la Constitución de los Estados Unidos la
considera como un aspecto esencial en la labor de gobernar.
Hasta allí una visión nueva
y una opción humana que engrandece. Pero con el paso el tiempo, las cosas se
fueron complicando. En términos políticos, la revolución Francesa puso en
marcha las concepciones esenciales del liberalismo, como ideología. Desde ese
punto nace la nomenclatura capitalista, que privilegia la libertad. Pero también es fruto de este ejercicio
la aparición de la idea socialista. Aquella que antepone la igualdad como
elemento central de la organización social. Es esto lo que lleva al pensador
Immanuel Wallerstein a sostener que la caída del Muro de Berlín, en 1989, no
marca sólo el fin de los regímenes socialistas. Para él, es el fracaso definitivo del liberalismo, ya que el
socialismo habría sido un producto del triunfo de tales concepciones. Y lo que viviríamos actualmente serían
los últimos coletazos de un sistema que bajo el argumento de la libertad,
acaparó poder.
Wallerstein afirma que el
neoliberalismo tiene nada del liberalismo primigenio. El mercado impuesto como
el gran árbitro, sólo privilegia la concentración de la riqueza, permitiendo
que el poder manipule la economía.
Y eso impide el ejercicio real de la libertad. Grandes responsables de
esta manipulación con los medios de comunicación, que se encuentran bajo la
dirección de quienes manejan el poder.
Hasta aquí dejo, por el
momento, el tema de los paradigmas. Vuelvo a la Felicidad. Este proyecto que acompañó siempre al
ser humano y que ha estado detrás de todos los grandes movimientos sociales,
tuvieran o no carácter revolucionario.
Hoy, la
Felicidad es una palabra gastada y un concepto bastardeado. (Hasta la Coca Cola se permite utilizarla
para vender). Es una “felicidad” que está muy lejos de como la concebían
los pensadores fundamentales de la
Revolución Francesa. Veamos que decían algunos de ellos. Montesquieu, en sus “Cartas Persas”
(1721), afirmaba: “Todo hombre es capaz
de ayudar a otro, pero debe asemejarse a los dioses si desea contribuir a la
felicidad de toda una sociedad”.
Voltaire, en 1755, escribió un poema inspirado por el horror del
terremoto de Lisboa de ese año. En
él, dice: “Y a partir de este caos fatal
de desastre para cada hombre, crearás una felicidad general”. Es imposible
pensar que se refiriera al
enriquecimiento, al disfrute hedonista, de las miles de personas que padecían
en ese momento. Hablaba de la
solidaridad, del fundirse en el gesto con otros seres iguales y tener la
generosidad de dar para mitigar el dolor, aunque esa acción significara el
dolor propio. Es la misma idea que esboza mucho más tarde el santo chileno
Alberto Hurtado, al llamar a dar al pobre “hasta
que duela”.
En 1823,
Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, y principal
responsable de la Declaración de Independencia de ese país, escribía: “Los derechos igualitarios del hombre, y la
felicidad de cada individuo, hoy se reconocen como los únicos objetivos
legítimos de gobierno”. En este caso, la palabra felicidad podría
reemplazarse por el concepto de bienestar general, refiriéndose a la
satisfacción material, la libertad frente al control despótico y los derechos a cuestiones tales como la
educación y la salud. Jefferson insistía en que la única forma de asegurar los
derechos igualitarios y la felicidad “es
el gobierno del pueblo, actuando no en persona, sino a través de representantes
elegidos por el pueblo”. La
felicidad para él era una necesidad material y moral.
En 1825,
en el diccionario de Noah Webster aparece la siguiente definición de felicidad:
“Las sensaciones agradables que surgen
del goce del bien”.
Hoy, la
felicidad está centrada en el individuo, en el goce personal, hedonista. Pero estimulado por una gran maquinaria
publicitaria que empuja la elección de modas usos y costumbres. Mientras tanto, convence a los
individuos que su elección lo hace diferente, que lo lleva a distinguirse de
los demás. Pura ilusión. Y es por eso que la Coca Cola puede asegurar que beber
ese líquido oscuro es sinónimo de felicidad. O que las cervezas Corona, Cristal o cualquier otra, le dan
a los hombres que la ingieren el potencial del macho alfa que domina sobre una
manada de personajes que, pese a
hacer lo mismo que él, estarían sometidos.
La
manipulación a través de los medios de comunicación nunca ha sido más evidente
y masiva que ahora. Al crear y guiar apetencias, quienes manejan el poder han
logrado crear rebeliones ilusorias. Así se explica la reproducción de la cara
del Che Guevara en miles de millones de poleras, la creación de líderes que en
vida fueron lo contrario de lo que se los ha transformado después de muertos.
Como dice John Ralston Saul, “la
solución de la clase media ha
consistido en enfrentar las terribles frustraciones de sus calladas,
controladas y enclaustradas vidas reales, usando el tiempo libre y el dinero
como mecanismos compensatorios, aceptando restricciones relevantes a cambio de
libertades irrelevantes. Esto es
lo que hoy denominamos individualismo, una inmersión en las aguas imaginarias de
la autogratificación”.(*) De lo
que en la actualidad podría entenderse como felicidad, agregó yo.
El nuevo paradigma
El nuevo
paradigma que hoy comienza a dibujarse aparece en el momento en que el cambio
resulta inminente e indispensable. Historiadores sociales, como Toynbee, han señalado
que la evolución de la cultura a menudo tiene procesos de ascenso, culminación,
declinación y desintegración. La
declinación ocurre cuando la cultura se ha vuelto demasiado rígida en su
tecnología y/u organizaciones sociales como para responder a los desafíos
cambiantes que trae la realidad. Así ha ocurrido en el pasado y es el escenario
que actualmente se visualiza con bastante nitidez en diferentes partes del
mundo. Rígidas estructuras
formadas por las instituciones y organizaciones antiguas que detentan el poder
y se aferran a lo establecido, que les ha otorgado su fortaleza, como partidos
políticos, grandes corporaciones multinacionales, instituciones académicas. Es
la cultura declinante que ya comienza a entrar en el proceso de desintegración.
El cambio es más que un
eslogan político. Es una realidad que se ha ido plasmando con nuevos avances en
la ciencia. Con nuevas miradas posadas en antiguos problemas. Con búsqueda
hacia el interior del ser humano. Y es, también, el reconocimiento de
realidades que no se querían ver porque no correspondían al antiguo paradigma.
En este sentido, el aporte
de científicos y pensadores políticos y sociales ha sido muy valioso. Es el
caso de Fritjof Capra (*), doctor
en Física Teórica de la Universidad de Viena e investigador de física
subatómica de la Universidad de París. Él sostiene que el misticismo oriental y
la física cuántica se acercan en el plano concreto. Es más, esto permite
asegurar que la mirada mística nunca estuvo ajena a las mismas aspiraciones que
perseguía la ciencia, para lo cual observaba cuidados similares.
En el misticismo oriental,
el conocimiento está basado en la experiencia. El nombre de los templos taoísta
es kuan, mirar. En el budismo cha´n, la versión china del Zen, la iluminación
es considerada la visión del Tao. En todas las escuelas budistas el ver se
estima la base del saber. Pero se trata de un ver asensorial. Que, sin embargo,
aporta la experiencia para poder integrar el conocimiento. A lo que se refieren
al hablar de ver, mirar u observar, es al carácter empírico del conocimiento.
La diferencia entre estos
dos tipo de conocimiento, sostiene Kapra, radica básicamente en su enfoque y no
en su confiabilidad ni complejidad.
Un científico pasará muchos años estudiando para poder realizar una
pregunta concreta sobre materias subatómica, por ejemplo. Un místico también tendrá que
prepararse durante años, bajo la guía de un maestro, para poder acceder al conocimiento. Y ni en uno ni en otro caso, el tiempo
dedicado a la búsqueda asegura su éxito. En cuanto a la repetición de la
experiencia, misticismo y ciencia lo realizan. De hecho, eso constituye una de las metas del conocimiento
místico.
Continuando con las
analogías, el lenguaje es una limitante tanto en la física como en el
misticismo. La filosofía y la
religión occidentales siempre estuvieron atadas a la lógica y a la razón. El misticismo oriental, en cambio, no
trepida en sobrepasar el entendimiento, dando por sentado que la razón es
incapaz de explicar la experiencia que se vive. Así ocurre también en la física. La teoría cuántica es un desafío permanente para quienes
tratan de comunicar sus descubrimientos o siquiera sus investigaciones. La
relación entre el concepto matemático y el lenguaje ordinario es algo
prácticamente imposible. No existe
una senda que oriente en tal sentido.
Y lo único claro es que los conceptos comunes no pueden aplicarse a la estructura
de los átomos.
Capra explica que
cuando se hace investigación en el campo subatómico, lo que se observa son
siempre consecuencias, no el fenómeno.
Éste se halla constantemente fuera del alcance de nuestros sentidos. Tal
realidad la detecta el misticismo aceptando que la realidad es sólo una
manifestación engañosa.
A nivel subatómico,
la materia no se encuentra en un lugar determinado, sino sólo muestra
“tendencias a existir” y los sucesos no ocurren de una determinada manera, sino
muestran “tendencias a ocurrir”.
El paralelismo del
misticismo oriental no sólo se limita a la física, va extendiéndose a otras
ciencias. Esto es consecuencia del
avance del nuevo paradigma y, también, a que éste no es más una extensión de la
física, como ocurría con la física newtoniana. Hoy existe un paralelismo
entre misticismo y
neurociencia. Y entre quienes han
caminado por esa vía está Francisco Varela, quien fue pionero de la teoría de
los sistemas autoorganizados. En
este campo tuvo la colaboración esencial de Humberto Maturana. En Psicología está ocurriendo algo
similar. Allí es necesario mencionar
a Estanislav Grof, Ken Wilber, Francis Vaughan y otros. Sin olvidar, obviamente, a Karl Gustav
Jung.
La nueva visión de la
realidad tiene importancia no sólo para la ciencia, la religión, la filosofía,
sino fundamentalmente para la sociedad y la vida cotidiana. Desde tal perspectiva, el paradigma no
es un mero sistema de nuevos conceptos e ideas, sino también un nuevo sistema
de valores, que se refleja en nuevas formas de organización e instituciones. La
implementación de tales cambios en la sociedad no es una cuestión instantánea
ni rápida. Va adecuándose a medida
que los seres humanos toman conciencia de la necesidad del cambio para
enfrentar de mejor manera la realidad.
El nuevo paradigma que se
dibuja en la sociedad tiene valores diferentes. Ya no se toma sólo como modelo lo grande y en gran escala
para empresas e instituciones, hoy se abre paso arrolladoramente la hermosura
de lo pequeño, de lo singular.
También hay una variación que va desde el consumo material a la
simplicidad voluntaria. Del
crecimiento económico y tecnológico, al desarrollo interior. De igual manera,
aparece con fuerza el movimiento de revalorización femenina. Desde allí es posible detectar un
avance incontenible hacia el rescate de minorías segregadas que hoy van ganando
posiciones dentro de un esquema social que así muestra su cambio. Es posible
afirmar que este avance del sentir femenino permea todo el entramado social. Y
con ello, resulta previsible que su concepción espiritual dejará profunda
huella en el paradigma social por venir.
Permítanme concluir
haciendo un parangón entre el antiguo y el nuevo paradigma.
El antiguo
consideraba al universo como sistema mecánico compuesto por ladrillos
elementales. El cuerpo humano era
una máquina. La vida, una lucha
competitiva por la sobrevivencia. Todo esto bajo la creencia en el progreso
material de manera ilimitada, que puede ser alcanzado mediante el crecimiento
económico y tecnológico. La mujer: su sometimiento al hombre respondía al orden
natural de las cosas.
El nuevo paradigma:
Un concepto holístico que considera el mundo como un todo integrado, más que
como la suma de partes. En este sentido, podría ser un concepto ecológico del
mundo, como sostiene Capra. En él se
reconoce la interdependencia fundamental de todos los fenómenos y la
integración de individuos y sociedades en los procesos cíclicos de la
naturaleza. Esto significa una revalorización del humanismo, al darle a éste un
sentido integrador y equilibrado entre mujeres y hombres y de fusión profunda con
la naturaleza. Es allí donde anida
una nueva concepción fundamental. El ser humano debe buscar en sí mismo la
trascendencia y para ello no requiere de intermediarios.
Muchas gracias.
Bibliografía
·
“Los bastardos de Voltaire”. John Ralston Saul. Editorial
Andrés Bello.
·
“Los grandes iniciados”. Edouard Schuré. Ediciones
Cerro Manquehue.
·
“Física de lo imposible”. Michio Kaku. Editorial
Sudamericana.
·
“El Tao de la física”. Fritjof Capra. Editorial
Sirio.
·
“Vuelve la Atlántida”. Patricia Cori. Editorial
Sirio.
·
“El alma en crisis”. Wilson Tapia Villalobos.
Editorial Catalonia.
·
“Currículo Vital. Héctor Orrego Matte. Editorial Cuatro Vientos.
·
“La más bella historia del mundo. Hubert Reeves,
Joël de Rosnay, Ives Coppens. Dominique Simonnet. Editorial Andrés Bello.
·
“Un canal al Universo”. Wilson Tapia Villalobos.
Ediciones Tayta.
·
“La búsqueda científica del alma”. Francis Crick.
Editorial Sudamericana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario