Conversando desde la Amistad(79)
Alicia y el Principito en el Planeta del sentido
El Cuidado se incorpora a la conversación sobre la relación entre
el Asombro y el Sentido(77) y (78)
Recordemos el mito del
Cuidado con esta nota de Leonard Boff .
El Ethos que cuida
Cuando
amamos, cuidamos, y cuando cuidamos, amamos. Por eso el ethos que ama se
completa con el ethos que cuida. El «cuidado» constituye la categoría central
del nuevo paradigma de civilización que trata de emerger en todo el mundo. La
falta de cuidado en el trato dado a la naturaleza y a los recursos escasos, la
ausencia de cuidado en referencia al poder de la tecnociencia que construyó
armas de destrucción en masa y de devastación de la biosfera y de la propia
sobrevivencia de la especie humana, nos está llevando a un impasse sin
precedentes. O cuidamos o pereceremos. El cuidado asume una doble función de
prevención de daños futuros y de regeneración de daños pasados. El cuidado
posee ese don: refuerza la vida, atiende a las condiciones físico-químicas,
ecológicas, sociales y espirituales que permiten la reproducción de la vida, y
de su ulterior evolución. Lo correspondiente al cuidado, en términos políticos
es la «sostenibilidad» que apunta a encontrar el justo equilibrio entre el
beneficio racional de las virtualidades de la Tierra y su preservación para
nosotros y las generaciones futuras. Tal vez aduciendo la fábula del cuidado,
conservada por Higino (+ 17 d.C.), bibliotecario de César Augusto, entendamos
mejor el significado del ethos que cuida.
«Cierto día, Cuidado
tomó un pedazo de barro y lo moldeó con la forma del ser humano. Apareció
Júpiter y, a pedido de Cuidado, le insufló espíritu. Cuidado quiso darle un
nombre, pero Júpiter se lo prohibió, pues quería ponerle nombre él mismo. Comenzó
una discusión entre ambos. En ésas, apareció la Tierra, alegando que el barro
era parte de su cuerpo, y que por eso, tenía derecho de escoger el nombre. La
discusión se complicó, aparentemente sin solución. Entonces, todos aceptaron
llamar a Saturno, el viejo Dios ancestral, para ser el árbitro. Este decidió la
siguiente sentencia, considerada justa: «Tú, Júpiter, que le diste el espíritu,
recibirás su espíritu, de vuelta, cuando esta criatura muera. Tú, Tierra, que
le has dado el cuerpo, recibirás su cuerpo, de vuelta, cuando esta criatura
muera. Y tú, Cuidado, que fuiste el primero en moldear la criatura, la
acompañarás todo el tiempo que viva. Y como no ha habido acuerdo sobre el
nombre, decido yo: se llamará «hombre», que viene de «humus», que significa
tierra fértil».
Esta fábula está
llena de lecciones. El cuidado es anterior al espíritu infundido por Júpiter y
anterior al cuerpo prestado por la Tierra. La concepción cuerpo-espíritu no es,
por tanto, original. Original es el cuidado «que fue el primero que moldeó al
ser humano». El Cuidado lo hizo con «cuidado», con celo y devoción, o sea, con
una actitud amorosa. Él es anterior, el «a priori» ontológico que permite que
el ser humano surja. Esas dimensiones entran en la constitución del ser humano.
Sin ellas no es humano. Por eso se dice que el «cuidado acompañará al ser
humano todo el tiempo que viva». Todo lo que haga con cuidado estará bien
hecho.
El ethos que cuida y
ama es terapéutico y liberador. Sana llagas, despeja el futuro y crea esperanzas.
Con razón dice el psicoanalista Rollo May: «en la actual confusión de episodios
racionalistas y técnicos, perdemos de vista al ser humano. Debemos volver
humildemente al simple cuidado. El mito del cuidado, solo él, nos permite
resistir al cinismo y a la apatía, dolencias psicológicas de nuestro tiempo».
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