Conversando sobre la Amistad(310)
La Devoción, integrante de
la familia de la Amistad
La amistad es una familia extensa , muy extensa. Una familia
de relaciones, de vínculos , habitantes
de un hogar en
el gran Centro Habitacional de la coexistencia …
Allí, conviven, en gran diversidad, sonrisas abiertas para desconocidos
y saludos plenos de cordialidad de quienes son recién presentados, palabras amable de vecinos ,intercambios medidos de confidencias entre camaradas
de trabajos, tímidos , ansiosos o
bien centrados acercamientos
donde chispean las primeras señas de afinidades y
confianza básica,..Todo ello, junto a vínculos maduros donde se vive la promoción mutua, el espejearse, la comunicación fluida y profunda, la aceptación y la integración creativa de las diferencias. En esa abigarrada
y bella variedad de vínculos y relaciones, donde la amistad es más o
menos definida, extensa y profunda, nos encontramos con la devoción ,con sus vivencias y conductas.
¿ Qué hace aquí la devoción ? ¿ Es visita? ¿ Es de
la casa?
La devoción pertenece a la familia de la amistad, A la familia de las relaciones positivas , de acercamiento, a
diferencia de las propios del rechazo
y la indiferencia
Devoción , acercamiento mayor en la escala que transita hacia
la alteridad. Partìendo de la
empatía, alcanza la conducta de ayuda,
se vierte en el discurrir de la dedicación., y , finalmente ,
alcanza , por separado o en
conjunto ,los cauces de la relación
comprometida con seres significativos, del servicio, del dominio social y político, de la
espiritualidad
Devoción, entrega sin cálculo, sin
pedir reciprocidad ,
con amor fraternal, con amor
ético, con amistad.
Devoción, término habitualmente empleado en relación a prácticas religiosas , pero también propio de toda entrega
con todo el ser , comprometida , en que las personas se dan a una causa , a
una persona… expresan en ese
vínculo ,en esa conducta, la unidad ,el “religar” ,el ser ,
Es en ese sentido que nos parece
importante contribuir a que se conozca el artículo de Wilson Tapia sobre
un ser devocional , Enrique
Silva Cimma, recientemente
fallecido
DEVOCIONES DE UN GRANDE
(20.7.12)
Por Wilson Tapia Villalobos
Siempre las partidas dejan un vacío que llenan los
recuerdos. La semana pasada, el sábado 14, a las 20:20 horas, murió Enrique
Silva Cimma, un chileno grande.
Los recuerdos que se hicieron de él provinieron de todos los rincones,
lo que habla de un personaje transversal que, siendo coherente, supo dialogar e
intentó llevar a cabo su ideal de sociedad.
De él se ha hablado mucho. De sus dotes de servidor
público, de político de vieja data y por tanto ajustado a un proceder ético que
hoy parece trasnochado -por lo incorruptible. Poco se ha dicho, sin embargo, de
sus devociones. Y en ellas, tal
vez uno puede ver más al ser humano.
A ese de carne y hueso. A
aquel que sin ser alumbrado por las luces de la virtualidad mediática, es uno
más en medio de esta especie que ha logrado imponerse, para bien y para mal, en
el planeta.
Enrique Silva tuvo devociones a las que nunca
renunció. Una de ellas, la
familia. Hasta el miércoles anterior a su muerte celebró lo que él llamaba las
“bisnietadas”, en las que su casa se convertía en una especie de jardín infantil
con dos de sus bisnietos corriendo por entre lozas, porcelanas, un verdadero
enjambre de diplomas y estanterías plagadas de libros. Su tercera bisnieta, ya
adolescente, participando generalmente desde el ciberespacio, compartiendo el
dulcerío, que el bisabuelo encargaba especialmente para la ocasión y que él
también consumía con deleite.
El jueves visitó a su hijo Eduardo, síndrome de down,
al cual le habría advertido que la próxima vez se verían en otro lugar. Más
tarde fue hasta el cementerio, donde llenó de flores la tumba que hoy comparte
con la que fuera su esposa, Elena Marfán.
Allí quedó ese enjambre de colores que semanalmente llevaba en aquel
tributo tan personal y ajeno a cualquier consideración que no fuera el amor.
Y es desde ese baluarte desde donde nace otra de sus
devociones. Enrique Silva luchó
incansablemente por hacer una revolución en un tema que es tabú en esta
sociedad retardataria y reaccionaria frente a lo diferente, como es la chilena:
aceptar a las personas con aptitudes intelectuales especiales.
En 1968 fundó la Asociación Nacional del Discapacitado
Mental (ANADIME). En esa tarea
pionera le ayudaron su amigo Carlos Catalán y su esposa Julia Bertoni. Cuarenta
y cuatro años más tarde, esa iniciativa es una realidad ya madura. De ella
dependen una Escuela Especial, un Taller Laboral y un Jardín Infantil de
Integración. Son más de
trescientas cincuenta personas especiales, entre niños y adultos, los que
atiende ANADIME. Esa es la manifestación de aquella devoción que compartió
estrechamente con Elena, su esposa. Y un homenaje a sus hijos Eduardo y
Enrique, este último fallecido a los cinco años de edad.
Enrique
Silva Cimma era un chileno enamorado de su tierra. Comprometido con su gente, en especial con los más humildes.
Nunca olvidó, pese al ejercicio del poder que lo acompañó en vida, su
extracción de una clase media esforzada. Y su devoción por Chile también pasaba
por la estética de sus playas, entre las cuales las de El Quisco ocupaban un
lugar muy sensible de su corazón.
Como olvidar que la comida chilena era una de sus
muchas debilidades en esta materia.
Nada mejor que un pequén para el aperitivo, solía decir mientras
saboreaba lo que para él era un manjar y que para la mayoría de los chilenos ya
es un plato que se perdió en la bruma de los tiempos. Hasta una presidencia
honoraria de un exclusivo círculo de amantes de aquel platillo en extinción se
suma entre los múltiples título que cosechó en vida.
No comparto la idea, un poco descalificadora con los
halagos, de que todos los muertos son buenos. Creo que cuando una persona deja
de existir se la valora por las señales positivas que deja. Pero teniendo claro que también
compartió flaquezas. Y tal vez por
eso que se recuerdan sus fortalezas,
ya que pese a las debilidades supo imponer aquella otra faceta. De tan humano que era, fue capaz de
hacer sobresalir aquel lado que enaltecía su figura.
Ayer dejó de existir una de sus hermanas, Perla Silva
Cimma. Sólo cinco días separaron una partida de la otra. Fue una gran mujer,
generosa y acogedora. Seguramente si hoy conversáramos sobre el momento que nos
tocó vivir a sus cercanos con su deceso y el de ella, Enrique Silva Cimma
tendría algún pensamiento especial. Un comentario que pondría las cosas de una
manera ordenada para discutirlas y llegar a un acuerdo o asumir respetuosamente
las diferencias. Pero en este caso
específico, casi con certeza compartiríamos un comentario en que se notaría
nuestro paso por la generosa Venezuela, donde ambos estuvimos exiliados: “El
amor, las despedidas y la muerte, son una vaina”.
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